Día de Muertos de México
Nacajuca (México).- Por generaciones, los indígenas chontales de Nacajuca, en el suroriental estado mexicano de Tabasco, elaboran las tradicionales velas de cebo que simbolizan la luz del regreso de los fieles difuntos en el Día de Muertos en México, del 1 al 2 de noviembre.
En el poblado Jiménez, del municipio de Nacajuca, los chontales concluyen estos días la elaboración artesanal de las veladoras, una costumbre antigua que fue retomada a finales del siglo XIX y que poco a poco se extingue por la apatía de las nuevas generaciones.
Es un trabajo que aprende uno a hacerlo y te ganas una lanita (un dinero). La nueva generación ya no quiere nada con esto, no les interesa, se va perdiendo", lamentó ayer a la agencia EFE Domitilo de la O Peralta.
En este sentido, el artesano explicó que ni sus hijos ni sobrinos están ya interesado en heredar esta antigua costumbre.
Él es el único de cuatro hermanos que continuó la tradición. Adicionalmente, cada vez es más difícil conseguir la grasa de res en las comunidades debido a su alto costo y su compleja elaboración, lo que hace subir el costo de la materia prima.
"Yo hago unas 5.000 velas, antes se hacían más, antes había bastante grasa (para las velas), ahorita se va agotando y la tradición también, como que se va dejando de hacer hasta en el panteón de la gente que está dejando lo tradicional", dijo.
Según la tradición, las velas guían a las ánimas en los altares montados en hogares mexicanos. Como peculiaridad, no generan prácticamente humo y tiene forma espigada.
Son quemadas durante la noche del 1 de noviembre en el Día de Muertos, así como en rezos a lo largo de todo el mes.
En alrededor de hora y media que tarda cada vela en ser consumida, se invierten al menos 24 horas en la elaboración de cada pieza, de acuerdo a Domitilo, quien desde los 13 años las fabrica junto con sus hermanos y varias de sus esposas.
Cada año, al comenzar la tercera semana de octubre, alista los ingredientes recipientes y estructuras necesarias para dar forma a las veladoras, obtenido de la grasa de las reses y acumulada desde un año anterior.
Durante el proceso de elaboración, la grasa animal se derrite a fuego de leña, en el interior de barriles de metal, un proceso de curación combinado con parafina.
Posteriormente, los pabilos son remojados repetidamente hasta llegar a 30 repeticiones para lograr el grosor en diferentes etapas.
El trabajo rústico en su fabricación puede llevar un día entero si las inclemencias del tiempo lo permiten, de lo contrario, una lluvia podría arruinarlo todo. (EFE)
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