Sin recordar todos los errores y falencias demostradas por el Gobierno de Evo Morales y casi en puertas de las elecciones generales, sobrevino el peso negativo del incendio voraz de la Chiquitania junto a su negativa a declarar desastre nacional, mientras el fuego devastaba más de 5.000 hectáreas. Un poco más lejos se suma el fracaso de la demanda marítima en La Haya, influido por la desaprensión del Gobierno en un tema tan delicado.
Evo Morales confió ilimitadamente en el Tribunal Supremo Electoral que le tenía “la cama tendida” para el triunfo que daría lugar a su cuarta reelección continua. Más aún por la hasta ahora no explicada división de los partidos de oposición (9 candidaturas), factores todos que le eran favorables. El organismo electoral a lo largo y ancho del país dio curso a que el MAS obtenga los dos tercios en la Asamblea Legislativa.
Pese al resultado negativo a una nueva reelección de Morales en el Referendo de 21 de febrero de 2016, el Tribunal Constitucional –fruto también de los dos tercios- devolvió favores al binomio oficial, habilitándolo electoralmente. Estas decisiones harto arbitrarias calaron hondo en la conciencia democrática de la ciudadanía. Desde el 2016 el Gobierno y todas sus dependencias abrieron una campaña de propaganda ilimitada, financiada con recursos públicos, que no respetó ni el supuesto “silencio electoral” de 72 horas.
Abierto el cómputo general acompañado de cerca por el llamado TREP y mientras se describía una ventaja de alrededor de unos cuatro puntos a favor del oficialismo con respecto a Comunidad Ciudadana, ubicada en segundo lugar, de pronto el TSE interrumpió el cómputo sin explicación alguna, con duración de 24 horas, cesando al TREP. Basta recurrir a las matemáticas para afirmar que el resto por computar no otorgaría un 10% a favor de Morales, abriendo claramente la vía de la segunda vuelta. Hasta entonces se había alcanzado el 87% del recuento de votos según el TSE y según su dimitente vicepresidente el 94%. Este hecho raro e inusual solo puede haberse debido a una instrucción de alto nivel, acatada sin reparos por el dócil TSE. Se percibe que ese plazo le sirvió para reacomodar la votación a favor del binomio oficial.
Los veedores de la OEA en comunicado oficial extrañaron la interrupción y tras un análisis más profundo, considerando ciertas evidencias de manipulación que precedieron y rodearon el acto del 20 de octubre, han recomendado una segunda vuelta. Llama poderosamente la atención que si el cómputo llegó al 87% a pocas horas de terminado el evento, cómo es posible que cuatro días después no se hubiese podido abarcar el 13% restante. No aludimos siquiera a la tecnología que pone en mano al instante un hecho por lejano que sea.
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