Los cabildos vienen de una larga data y no son portadores de alguna novedad política o histórica. Puede decirse que entre nosotros sufre una suerte de uso y abuso, sobre todo en el plano sindical hasta desvirtuarlo, si bien como registraremos, ha tenido y tiene momentos culminantes. Tampoco se excluye su ponderación nominal para pretender dar a algún volumen social del que en general carece. Entonces, no significa originalidad alguna su inclusión a título “participativo” o como conquista política en la Constitución de 2009, aunque se lo incluya en el Sistema de Gobierno del texto constitucional.
El origen del cabildo se remonta a la España medieval, donde cobró vigor como corporación administrativa en las villas y burgos. Se creó a semejanza de los cabildos eclesiásticos de las catedrales, asentándose en los Municipios y ayuntamientos. El vasto imperio español lo transfirió a sus colonias de Indias y de Filipinas. En estos destinos tuvo suerte varia en cuanto a su influencia local. El cabildo representaba a las élites citadinas, sin embargo según las demandas del estado llano tuvo lugar la diferenciación del Cabildo propiamente dicho del Cabildo Abierto, según las circunstancias y con mayor inclusión popular.
Las Audiencias y otros niveles de la administración colonial intentaron limitarlo sin mucho éxito. Con el fin de estabilizarlo, la Corona introdujo los “regidores perpetuos” además de otras modalidades, a propósito de las reformas borbónicas del Reino. En el territorio del Alto Perú se vigenciaron marcadamente. Bajo el influjo de las ideas del contrato social y de la soberanía de Rousseau y Montesquieu, empezó a tramarse la emancipación de las colonias y el cabildo sería un instrumento útil a ese fin. El 16 de Julio de 1809 bajo el liderato de Pedro Domingo Murillo, los hermanos Lanza y los posteriormente ajusticiados Protomártires de la Independencia, se ejecutó la Revolución Emancipadora. A toque de campanas se reunió el célebre Cabildo Abierto. En este escenario se aprobó el primer Estatuto Constitucional, del Alto Perú para todo el Continente. La famosa Proclama de la Independencia emanó de la Junta Tuitiva conformada por decisión de este Cabildo. Estos documentos son claros, explícitos e inéditos en la Colonia, de ruptura absoluta de toda dependencia de la Corona. La Revolución paceña fue seguida de prontos movimientos independentistas similares desde Nueva Granada hasta las provincias del Plata.
En Bolivia los cabildos renacen contemporáneamente con impulso. Santa Cruz marca un hito con su Cabildo de 2008 asistido por un millón de personas en demanda de Autonomía. La Autonomía fue rechazada en principio por el Gobierno de Evo Morales, empero no tardó mucho en hacerla figurativamente suya, instruyendo su incorporación a la Constitución de 2009.
No obstante, la autonomía no pasa de un enunciado más y su aplicación en distintos niveles del país es muy lejana. El Pacto Fiscal -su complemento indispensable- ha sido descartado por el Gobierno, convirtiendo inviable la Autonomía. Así queda reafirmado el centralismo gubernamental a sabor del régimen.
En medio de la crisis política por la reelección indefinida de Evo Morales y bajo el antecedente anterior, Santa Cruz reeditó el Cabildo de un millón, esta vez en demanda de la federalización. Similares asambleas multitudinarias de Potosí y Tarija se pronunciaron por la adhesión al federalismo. Los cabildos del resto de país no consideraron el tema, quedando en mesa seguramente para futuros pronunciamientos. Conoce la opinión pública que en los tiempos opositores del actual presidente y sus seguidores, recurrían a cabildo con frecuencia y hasta por motivos fútiles, ahora como manifestación opositora y demandante al Gobierno lo descalifican y satanizan.
El autor es jurista y escritor.
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