Al inaugurar el Sínodo de la Iglesia Católica, entre varios temas tocados en su homilía, el Papa Francisco condenó los incendios habidos en regiones de la Amazonia, como es el caso del fuego que destruyó más de cinco millones de hectáreas en la Chiquitania. Al condenar las consecuencias destructivas del fuego, el Sumo Pontífice se refirió a los “nuevos colonialismos” que han prendido fuego a vastas zonas devastando la Amazonia: “…cuando sin amor ni respeto se devoran pueblos y culturas, no es el fuego de Dios, sino el fuego del mundo”. Recalcó que “muchos hermanos en Amazonia llevan cruces pesadas y esperan el consuelo liberador del Evangelio y la caridad de amor de la Iglesia”.
El Papa Francisco, siguiendo la vocación y línea de sus antecesores, ha visto con preocupación los sufrimientos de muchos pueblos del mundo y muy especialmente de aquellos que padecen las consecuencias de la pobreza extrema, mal que puede ser calificado como “fuego del mundo” que pretende destruir la civilización y sumir al ser humano en la mayor desesperación. Es decir por la pobreza extrema, las enfermedades y las pésimas condiciones de vida en que se desenvuelven muchos pueblos.
Considera el Sumo Prelado que la Iglesia no puede ser indiferente ante el sufrimiento de millones de personas y que, en cumplimiento de las enseñanzas evangélicas, “habría que adoptar medidas que palien en alguna forma tanto sufrimiento y dolor”. Los incendios en la Chiquitania han sido motivo y razón de preocupación de los obispos en Bolivia, que en diferentes oportunidades han señalado que el gobierno debe decretar “emergencia nacional” por los desastres sufridos. Lamentablemente, nadie del régimen se ha conmovido por los sucesos trágicos que han sufrido muchos pueblos del oriente del país y cuyo dolor persistirá por las consecuencias dejadas por las llamas.
El Papa se ha referido a la “falta de amor y respeto” que hay para que “nuevas formas de colonialismo” destruyan la naturaleza y el medio ambiente que es riqueza de todo el mundo actual y del futuro. En varias oportunidades el Papa Juan Pablo II se ha referido a la urgencia de “encarar humilde y honestamente una defensa cerrada de los bienes de la naturaleza que son patrimonio de la humanidad; que nadie debe atentar contra ella por ser manantial de vida y esperanzas, por ser el terreno fértil que todos pisamos y del cual depende nuestra vida”.
Estas palabras han causado, en su momento, profunda reflexión en muchos gobiernos; pero sin concretarse en hechos que efectivamente impidan que la capa de ozono que ya abarca un espacio mayor a lo que es el territorio de los EEUU se vaya agrandando poco a poco; se ha pedido también que el hombre actúe de manera racional y consciente de sus deberes para evitar mayor destrucción que la que pueden causar los elementos de la naturaleza que, parece, surge como defensora de sus derechos.
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