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En estas últimas semanas, el periodismo en todas sus manifestaciones ha puesto de manifiesto su condición esencial para la vida democrática. Nunca como ahora ha sido tan indispensable estar informado sobre lo que ocurre en el país en todos sus rincones. Rara vez ocurre un momento histórico que tenga a todo el país ávido por informarse y pocas veces se ha dado la oportunidad de informar al instante cada novedad que surge en el turbión en el que el país se sumerge.
Muchos se preguntan qué sería de la sociedad boliviana sin medios informativos que cuenten lo que ocurre estos días cuando, con raras excepciones, el país está alzado con un propósito principal: poner fin, bajo las reglas democráticas, al régimen del presidente Evo Morales y reencaminar al país, asegurando su cualidad democrática, lejos de tentaciones totalitarias.
Esta es una epopeya informativa próxima a cumplir tres semanas. Haber visto a esta generación de periodistas desplazarse bajo la lluvia de gases lacrimógenos, algunos sin protección alguna, pero con el empeño primario de cumplir su mandato informativo, será motivo de análisis y de estudios académicos.
Con seguridad, hay un mundo de anécdotas recurrentes nacidas de este empeño que, por ahora, está confinado a las redacciones. Nada, sin embargo, podrá empañar la calidad informativa del periodismo boliviano exhibida estos días.
Un tributo especial se debe dar al área audiovisual, por el carácter inmediato y por abarcar todos los sentidos, pero sin desmerecer crónicas y narraciones que, al fragor del conflicto que ruge sobre el país, ayudaron a entender la gravedad profunda de los episodios de estos días. Las crónicas que serán escritas nos contarán de los esfuerzos para informar, bajo la mirada del todopoderoso Estado.
El trabajo periodístico estuvo, con raras excepciones, en guardia y marcó el paso informativo, especialmente este año, del régimen del Movimiento al Socialismo.
La mayoría de los medios respondió a sus instintos informativos. Algunos no lo hicieron, pero el público lector, que conforma un gran Jurado, sabrá premiarlos con su lealtad como público lector.
Al escribir estas líneas, la policía de Cochabamba está alzada en una cadena seguida por otras unidades. La suposición lógica es que el alzamiento no será un disparo al aire, sin consecuencias. Un régimen de casi 14 años puede estar en agonía.
El ejército estuvo confinado a sus cuarteles y la policía decidió no salir a la calle a reprimir. En esas condiciones, sospechar un estado de sitio carecía de todo sentido. Evo Morales parecía solo dispuesto a encontrarse de frente con su destino. Mucha gente, rendida por el cansancio, fue a dormir con la idea de haber seguido el desarrollo de la jornada presenciando imágenes shakespearianas de un epílogo que nunca llegaba. Río de Janeiro - Santa Cruz.
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