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Luego de 20 días sufridos por la mayoría de los bolivianos, el día 21, a la “hora de la oración”, se abrió un principio glorioso para Bolivia cuando una mujer delgada, esbelta y bien parecida, que aparentaba bastante menos que los 52 años que revelan sus datos personales, juró como presidente de Bolivia y puso formalmente fin al régimen de Evo Morales Ayma.
Para entonces, hacía unas 10 horas que su antecesor se instalaba en México, como exiliado político, una condición por la que solo pocos días antes habría apostado y que ahora todo el mundo parecía celebrar festivamente en las calles. Jeanine Añez fue catapultada a su condición presidencial por la marejada de acontecimientos que estalló el 21 de octubre, del día después de la elección presidencial en la que Morales postulaba por un cuarto mandato consecutivo, un ciclo inédito en Bolivia y raro en el mundo.
Morales, tras haber tenido muy cerca al candidato de Unidad Democrática, Carlos Mesa, aparecía distanciado, luego de una misteriosa suspensión del conteo electrónico de votos, y a solo un pelo de consolidar la victoria en primera vuelta. Un ballotage con un historiador, y periodista de hablar claro y preciso, le había resultado insoportable hasta el ridículo.
En cuanto se restableció el conteo, casi 20 horas más tarde, apareció ganando con el mínimo necesario para evitar a su rival. El secretario general de la OEA, Luis Almagro, ridiculizó la imagen de fraude electoral que el régimen de Morales intentó plantar. Mencionó, más bien, el “fraude generalizado” que, subrayó, se había producido en Bolivia.
Se autocensuró al no mencionar que él había tenido un lugar de honor en la proclamación de Morales, en el Chapare, como candidato, en mayo pasado. En la sesión del Consejo Permanente de la OEA, en Washington, se registró un alud de condenas contra el fraude en Bolivia. Una de las pocas voces a favor de Morales provino de México, que juró que en Bolivia había habido un “golpe de estado”.
La situación de Jeanine Añez es harto diferente de la que tuvo Lydia Gueiler, la primera mujer presidenta boliviana. Ascendió en agosto de 1979 y cayó, menos de tres meses después por un golpe militar y encabezado por el comandante en jefe de entonces, Luis García Meza. La nueva presidente parecía contar con el apoyo militante de gran parte del pueblo boliviano que se volcó jubiloso a las calles a bailar, cantar y celebrar.
El ascenso de la presidente Añez puede haber caído como una lluvia de granizo sobre los grupos del ex partido de gobierno que estaban en marcha hacia la Plaza Murillo, para escenificar apoyo para el exiliado líder Morales. Nada se supo de ellos en las horas siguientes. Incluso, buena parte de la guardia que custodiaba el Palacio de Gobierno se fue a dormir -merecidamente.
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