Por una mínima conciencia moral y ética, el presidente Morales al renunciar debió referirse a los resultados de la auditoría realizada por la OEA y que muestran, clara y terminantemente, que hubo un gran fraude en las elecciones del 20 de octubre pasado; pero, al no haber esas condiciones, se limitó a decir solamente criterios sobre su renuncia y “promesa de volver”.
Esta renuncia, pequeña deposición de su soberbia, es muestra más que suficiente para demostrar, siquiera mínimamente, la situación del régimen que por casi 14 años ha sojuzgado a nuestra patria hasta culminar en una elección en la cual el TSE, por instrucciones del gobierno, ha dispuesto el fraude más inaudito; pero, lo que corresponde ahora es ver el futuro, prever lo que pueda venir y tomar las medidas que correspondan: en primer lugar, lo que convendría es que el señor Morales y su segundo García Linera reconozcan el delito de fraude que dispusieron se haga.
Ellos, sabiéndose autores directos o indirectos del gran delito fraudulento no correspondía que sigan al mando de la nación; segundo, disponer enjuiciamiento a los vocales del TSE y designar, con premura y urgencia nuevos equipos en base a quienes han ocupado -digna, honesta, honrada y responsablemente- cargos de vocales tanto en el organismo electoral nacional como en los departamentales para que este nuevo equipo convoque a las próximas elecciones que deberían llevarse a cabo hasta el 15 de enero de 2020.
Existe algún comentario de que no habría el tiempo preciso; pero dada la emergencia y urgencias del caso, hay el tiempo suficiente si se convoca a quienes tienen experiencia y saben cómo reorganizar todo el sistema tomando en cuenta al personal de funcionarios que renunciaron o fueron despedidos por ser honestos en el desempeño de sus funciones.
Es urgente entender que en cada departamento hay vocales y personal digno que pueden ocupar otra vez labores tan importantes con miras a organizar el proceso electoral; ellos cuentan con la experiencia y las condiciones morales para hacerlo. Alejados del poder, por propia renuncia, los señores Morales y García, surgió en todo el país la convicción de que finalmente concluía una etapa dura, un manejo irresponsable del gobierno, una división entre bolivianos por razones raciales y discriminatorias; concluyó una especie de persecución sañuda contra quienes mostraban diferencias o discrepancias con el régimen.
La nueva situación, muestra que podría retornar la institucionalidad, asumió la Presidencia de la Republica (Art. 11 CPE), la abogada y senadora, señora Jeanine Áñez Chávez. Su designación causó complacencia en todo el país y ella prometió cumplir fielmente con la Constitución y hacer todos los esfuerzos para que retornen la paz y la armonía entre todos los bolivianos; llamar a elecciones en el menor tiempo y cumplir con los plazos que señalan la Carta Magna y las leyes. Entre tanto, dados los pasos iniciales lo que correspondería es que se mantenga la unidad nacional; que no se dé paso a conveniencias y patriotismos de último momento que solo perjudicarían la nueva situación, a más de hacer mayor demagogia y populismo con protagonismos que no tienen por qué tener vigencia en la nueva vida de la República.
Lo importante también es que se mantenga la serenidad, que prime sobre todo la conciencia de país y se evite el surgimiento de conveniencias a costa de los intereses nacionales. Es urgente conseguir que efectivamente primen las libertades, la democracia y la justicia sin distinciones que no tendrían razón de ser porque el país espera renunciamientos, cordura y actitudes dignas por parte de todos los bolivianos; no se querría ni aceptaría nuevamente el surgimiento de nuevas vocaciones para las dictaduras que podrían terminar en tiranías.
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