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Quien tenga el afán de mirar con detenimiento la entrevista que concedió Evo Morales al periodista uruguayo Gerardo Lissardy de la BBC-Mundo hace dos semanas en México, comprobará que ha sido una de las más tensas del ex mandatario y una explicación de por qué, en Bolivia, muchos periodistas no tenían mayor entusiasmo en buscar entrevistas directas con el ex mandatario.
Hace algunos años, en uno de sus momentos de mayor intolerancia con la prensa, obligó a un periodista de La Paz a permanecer frente a él en plena conferencia de prensa mientras criticaba al profesional y blandía un ejemplar del periódico en que trabajaba.
La entrevista no podría haberse llevado a cabo en La Paz con el entonces presidente Evo en funciones. Imagínense al periodista ante el ex mandatario claramente molesto y con dificultades para imponer un ritmo tranquilo a sus palabras ni de escoger los mejores términos para expresar sus pensamientos.
En uno de los momentos más controvertidos de esa entrevista, cuando el ex mandatario contaba de su llegada a Chimoré, antes de salir al exilio, dijo que al entrevistador podía contarle muchas cosas, como detalles de su salida de Bolivia, y que lamentaba no recibir esas preguntas.
Ahí mismo arremetió con una impertinencia, como en sus mejores momentos de ejercicio del poder. “Yo pensaría que usted desea que Evo esté muerto. Cuando le pregunto ¿usted quisiera que yo esté muerto?”. La sintaxis de la pregunta coloca dentro de un cuarto oscuro a cualquiera. “¿Usted quiere verme muerto? Te pregunto: ¿Quiere verme muerto? Dígame, respóndame.
Como periodista, ¿quiere ver muerto a Evo?”. La avalancha, que debe haber desconcertado al entrevistador, no acabó. “Le pregunto como ser humano. No hay aquí periodista ni ex presidente ni presidente: ¿Quiere ver muerto al Evo?”. El reportero cerró el momento diciendo que él no era el entrevistado.
Pero no transcurrieron muchos segundos antes de que el ex mandatario volviera con el mismo tema: “Le pregunto como ser humano. No hay aquí periodista, ni ex presidente ni presidente. ¿Quiere ver muerto a Evo?”.
Qué habría ocurrido si respondía afirmativamente, que quería ver muerto a Evo, queda para la especulación. Sin duda, el trance era peligroso. Algunos periodistas bolivianos probablemente conocen turbulencias parecidas, en las que el entrevistador pierde equilibrio y, al no ver una salida apaciguada de la circunstancia, cierra la libreta para dar por concluido su empeño entrevistador.
En el fondo de este incidente anecdótico yacen realidades terribles que revelan los puentes que aún se debe construir para entendernos mejor entre bolivianos. En mi libro “Labrado en la memoria”, sobre el caso Hotel las Américas, menciono la entrevista de un reportero de una cadena norteamericana de televisión.
La entrevista se descarriló de manera parecida, pero el reportero, simplemente mostrando la filmación, evidenció las dificultades de entendimiento con el entrevistado. Y es probable que el episodio haya sido lo más festejado de todo el incidente, que en mi narración, concluye con una pregunta del entrevistador sobre qué le quitaba el sueño al ex mandatario, pues era fácil de imaginar las altas responsabilidades de un jefe de estado.
El ex mandatario respondió que al retornar a la sede de gobierno y bajar a La Paz dormía 10 o 15 minutos y estaba de nuevo “cero kilómetros”. http://haroldoolmos.wordpress.com
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