Parte I
Entre tantos acontecimientos, enfrentamientos, tragedias, dolor, espectáculos, lecciones de manipulación, desinformación, ¿qué es lo que, finalmente, se debe retener de lo que ocurrió en Bolivia? Para comenzar: Que el mundo esté consciente que es nuestra historia y que lo legítimo es que seamos nosotr@s l@s bolivian@s, que la vivimos en carne propia, l@s que la escribamos y la contemos. No es novedad la tendencia egocéntrica de ciertas personas, medios, culturas dominantes o con complejo de superioridad, de creerse dueños de la verdad por pura intuición o juicio, o porque tal situación esté acorde a su buena conciencia de “alma caritativa y revolucionaria”, o a sus creencias individuales.
Las historias de aquellos charlatanes no tendrán mayor efecto que un bostezo, de los que poniendo sus vidas en riesgo, algun@s perdiéndola, lucharon por la justicia, la libertad y crearon la historia. Entre l@s que lucharon, salta la diferencia entre aquell@s que lo hicieron por voluntad propia y lucidez y aquell@s que, desgraciadamente, lo hicieron por 50 dólares al día e ignorancia. Se pudo financiar esta contra revuelta, pues, la economía se mantuvo en Bolivia, gracias al narcotráfico. Pero, por encima de todo, que se distinga a los que sirviéndose de manipulaciones y amenazas incitaron a esta población, que es la más vulnerable, a ir morir por ellos.
Lastimosamente, -o felizmente- no volvieron los “millones” que esperaban, a ofrendar sus vidas por ellos dos, pero, a lo mucho, cuatrocientas personas, suficientes para aplicar su estrategia de cercar las ciudades, impidiendo que pasen alimentos para los habitantes. Así lo demuestra el audio que se captó, en el que el ex-presidente Evo Morales, desde su asilo político, emite órdenes e indicaciones a un cocalero del Chapare, con antecedentes de narcotraficante, para que esto se lleve a cabo de manera a que durara el mayor tiempo posible. ¿Y qué dice la CIDH sobre esto? ¿De qué manera realizan sus investigaciones y evaluaciones? ¿Ex-gobernadores tienen el derecho humano de pagar a gente, aprovechándose de su ignorancia y miseria, para que salgan a luchar y a morir, a fin de que dos individuos se mantengan en el poder?
En una entrevista realizada en Senkata, cuando una pregunta surgió sobre ¿qué es lo que este ex-gobierno había hecho por ellos, en estos últimos catorce años?, los campesinos fueron incapaces de responder, pues, aparte de la cancha de fútbol que se había construido, seguían viviendo en la miseria, cortados de la información, sin acceso a la salud y a la educación. A este ex–gobierno no le faltó astucia. Supo de quién servirse para colgarse el estandarte de víctima. Comprendimos la fuerza de la manipulación sobre la base de la victimización, capaz de volcar la verdad y transformar al culpable en víctima.
Y puesto que el discurso victimista vende, los periodistas internacionales hicieron un buen trabajo para satisfacer los egos de sus consumidores, al hacerlos sentir los guardianes del mundo. Solo que faltando a la verdad.
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