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No todo lo que se dice que es verde lo es

Rolando J.E. Garvizu Meza

En la actualidad, la tendencia consumista de la sociedad es fomentada por las múltiples personas e industrias que perciben beneficios de la misma, que han desarrollado una nueva técnica para agrandar los grupos de personas a los que están dirigidos sus productos o servicios.

Esta técnica busca mostrar a muchos productos o servicios como si estuvieran en la línea del cuidado ambiental, cuando en realidad están lejos de hacerlo.

Solo como ejemplo hago referencia a algo que me ocurrió hace algunos días. Estaba visitando una de las tantas ferias que se desarrollaron por las fiestas de fin de año, me acerqué a uno de los estantes donde se vendía muebles de madera y las personas que proporcionaban la información y características de éstos indicaban de manera muy enfática que eran “muebles ecológicos”. Pude ver que muchas personas estaban muy interesadas en esa frase e incluso acordaron preventas.

Me acerqué a uno de los promotores que parecía bien informado y luego de que me diera las características y tipos de sus muebles le pregunté por qué los llamaban muebles ecológicos. Pude notar que mi pregunta lo incomodó y me pasó a otra persona para que me explicara cuáles eran las características del producto. Uno de los dueños de la empresa, tras reiterar las bondades del producto y resaltar su manufactura, especialmente los detalles realizados a mano, me explicó que los muebles eran ecológicos porque se los realiza de manera artesanal (a mano).

Cuando le pregunté si la madera tenía algún tipo de certificación, me dijo que no. Luego consulté si la madera provenía de áreas de manejo sostenible, me dijo que la compraban de los aserraderos de poblados del norte de La Paz. De esto se desprende que, al final, el producto no era más ecológico que otros de su tipo.

Esta conversación me hizo pensar sobre la certeza de la publicidad que muchos hacen de sus productos y servicios, indicando que son productos “verdes” o “ecológicos”. En el caso de los muebles, podemos decir que la técnica de venta viene de la mano con eso que ahora se denomina “lavado ecológico de cerebro”, una técnica que da la presentación selectiva de una o dos características positivas del producto o servicio, buscando que todo el producto parezca bueno, aunque si analizamos más detalladamente todos los procesos involucrados en su producción, podemos ver que continúan los impactos negativos sobre el medio ambiente.

Cuando se mantiene ocultos los efectos adversos de los productos o servicios y se resalta una buena, la parte “orgánica”, es en el mejor de los casos el primer paso para que un negocio sea socialmente responsable y sustentable y, en el peor de los casos, solo trucos de mercadotecnia. Como es el caso de unas supuestas bolsas biodegradables encontradas intactas, luego de ser enterradas con residuos tiempo atrás.

Este lavado ecológico del cerebro solo busca crear la ilusión de que están ayudando al cuidado del medio ambiente, para que colaboremos en esta tarea comprando sus productos, pero la realidad es que éstos solo tienen unas pinceladas de ecológico.

No hay duda de que existen materiales de construcción, fuentes de energía y productos relativamente virtuosos. Por mencionar algunos, se puede encontrar detergentes sin fosfatos, energías que provengan de recursos renovables. Teniendo estas opciones y usarlas nos hace sentir que también tomamos decisiones ejemplares.

Esas decisiones ecológicas, aunque útiles, algunas veces nos hacen ignorar con mayor facilidad que lo que hoy llamamos “verde” es solo un grano de arena en una playa de efectos negativos contra nuestro medio ambiente. De hecho, nada de lo que se fabrica de manera industrial puede ser cien por ciento verde.

Este lado oscuro de las industrias ha sido ignorado en la cadena de valor de los productos o servicios que son ofrecidos. La noción de la cadena de valor hace caso omiso de los valores sustraídos o impactos negativos suscitados en esta etapa. Podríamos denominarla “cadena de desvalorización”.

Toda la información de la cadena de valor de los productos tiene un carácter estratégico, pues registra todos los pasos dados, tanto positivos como negativos. El análisis del ciclo de vida nos da la posibilidad de mejorarlo o superarlo y, de esta forma, obtener los efectos ecológicos totales.

En este sentido, en una era en la que se tiene diferentes actores ejerciendo presión para que todo sea más verde, debido a los graves problemas ecológicos que se suscitan en la actualidad, es importante comprender las repercusiones de poder mejorar los efectos a lo largo de los procesos productivos y del ciclo de vida de los servicios o productos ofrecidos. Es importante que el término “verde” no lo veamos solo en unos pocos procesos de una cadena productiva, si no que se vea como la acción para que todos los procesos y ciclos de vida de lo ofrecido mejoren y sean más adecuados para la salud y medio ambiente.

El autor es ingeniero en Medio Ambiente y Ecología.

 
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