El desplome fulminante y definitivo del Gobierno populista del dictador Evo Morales en Bolivia, causó la quiebra profunda e irreversible de lo que queda en pie del agónico bloque del Foro de San Pablo, basado en la corrupción y el narcotráfico.
Esa asociación comanditaria se estuvo desintegrando a partir de del fracaso del experimento del socialismo Siglo XXI en Venezuela, al que le siguieron Brasil, Argentina Ecuador, Chile, Uruguay y países del Caribe. Solo quedaron sobreviviendo Venezuela y Nicaragua, sobre el temor a las bayonetas antidemocráticas e irracionales. Sin embargo, esa derrota general del populismo desfasado trató de frenar su caída al abismo y pasar a la ofensiva con la esperanza de recuperar el terreno perdido, maniobra que también le resultó fracasada, excepto en Argentina, donde hace esfuerzos para evitar un colapso final.
Cuando esa contraofensiva trataba de consolidarse, el pueblo boliviano, en heroica decisión democrática, echó por los suelos a la autocracia dictatorial de Evo Morales, engranaje central de la maquinaria anarco-populista, haciendo tambalear, al mismo tiempo, la agónica ideología utópica “socialista” y privándole, a la par, de una de sus principales fuentes para obtener recursos financieros con base en ilícitos procedimientos.
Esa debacle del bloque ocurrido en Bolivia no fue, por supuesto, del agrado de los socios de Evo Morales y ahora éstos tratan de superarla concentrando sus esfuerzos en recuperar, a como dé lugar, el territorio perdido y los beneficios que le reportaban, para hacer resucitar ideologías obsoletas que la práctica se encargó de confirmar que son un fracaso absoluto y que repetirlas es caer en un estado de alienación.
Con ese motivo, la conjunción populista internacional en desintegración ha enfilado sus garras reptantes hacia Bolivia y en particular contra el gobierno transicional de Jeanine Áñez, gobierno que es producto de la voluntad popular expresada en el levantamiento insurreccional de noviembre pasado y que otorga a Bolivia el derecho de autodeterminación que le corresponde, tanto por su origen antidictatorial como por sus objetivos profundamente democráticos.
La contraofensiva infantilista contra Bolivia proviene de esferas burocráticas de México, Argentina, Venezuela y compañía y se ha expresado en una serie de maniobras tácticas para vulnerar a Bolivia y hacerla fácil víctima de sus planes y, entre otros, ha puesto una playa de desembarco en la frontera con Argentina, con el amparo de políticas desfasadas y sin esperanza.
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