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Armas convencionales pueden desatar una guerra nuclear


 

Para nadie es secreto que las grandes potencias armamentistas del planeta, al exhibir su poderío militar, lo que hacen es mostrar adelantos de la “ciencia para matar”, como es la que fabrica armas de todo tipo con destino a disponer de poderes absolutos no solamente para disuadir sino para desatar cualquier conflicto bélico. Viven pendientes de su gran poderío bélico y así lo exhiben en grandes desfiles, mostrando ser capaces de conseguir “triunfos” en pocas horas, destruyendo objetivos previamente determinados.

La industria científica del armamentismo ha conseguido un perfeccionamiento increíble décadas después del estallido de la primera bomba atómica en Álamo Gordon en el año 1945 y de haber destruido después Nagasaki e Hiroshima, dos grandes ciudades del Japón. Tales avances bélicos alcanzan dimensiones increíbles y podrían desatar una guerra nuclear de imprevisibles consecuencias, según declaraciones de científicos que, vanamente, tratan de convencer a sus gobiernos sobre la urgente necesidad de anular totalmente el armamento nuclear y otros de bajo poder.

El dicho que anima a los empresarios de las guerras: “Si vis pacem parabellum – Si quieres la paz prepárate para la guerra”, de sentirse mejor preparados para cualquier conflicto, determina que, irresponsablemente, investiguen y creen más armamento que sirve exclusivamente para destruir y matar, contradiciendo lo que ellos mismos -los partidarios de las guerras- han ayudado a construir y crear: cultura, progreso y desarrollo de los pueblos.

Estudios científicos muestran que hay tal proliferación de armamento nuclear que las mismas ojivas -más de 6 mil que circundan el planeta- habrían quedado obsoletas; se sostiene que las armas convencionales de ‘última generación’ son capaces de destruir ciudades enteras y matar millones de personas. La soberbia les hace sostener que “nada ni nadie podría contener la capacidad adquirida”; pero por su obnubilación no quieren entender que, por el lado que consideran opuesto a ellos, también están en la misma carrera para tener primacía en la fabricación de armas y conseguir gran poderío destructivo.

El problema no solamente radica en las grandes potencias, sino en países pobres y subdesarrollados -caso Corea del Norte- que, en lugar de combatir la pobreza, las enfermedades y las condiciones de hambre de sus pueblos, están empeñados en fabricar armas y hasta perfeccionar las que poseen. Al respecto los casos son claros y patéticos, como en India, Vietnam, Corea del Sur y muchos otros que, obnubilados, creen poder alcanzar gran poderío. Y la humanidad se pregunta: ¿Hasta cuándo será la ceguera e insensatez de las grandes potencias que parecen buscar la destrucción y muerte de la humanidad y su único planeta, la Tierra?

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