El nuevo Gobierno nacional, que tiene en sus manos las riendas del Estado, ha dado largos pasos en su corto tiempo de existencia y al mismo tiempo que enfrenta desafíos de consideración, se puede decir que está consolidando un nuevo orden político con base en dos factores sustanciales. El primero es que el país ya no está bajo una satrapía populista sin norte ni guía y, en segundo orden, ha obtenido la pacificación del país, considerando hechos que intranquilizaron al pueblo boliviano durante todo el año que terminó y concluyeron con los notables sucesos de noviembre pasado.
Es necesario destacar que bajo este nuevo Gobierno se ha producido hechos de significación histórica en varias esferas de la vida nacional. Entre ellas destacan las medidas de carácter internacional y las relacionadas con aspectos de ética política, tales como dar con los responsables y autores de la fraudulenta elección del 20 de octubre pasado y dirigir su actividad a aclarar actos de corrupción que proliferaron en el régimen defenestrado.
El país vive una nueva realidad, pero la historia no ha cerrado sus páginas y, en cambio, ha abierto otras con asuntos heredados del pasado y nuevos, engendrados por la nueva realidad, asuntos que requieren atención en las esferas de la minería, agropecuaria, industria, finanzas, etc. que se encuentran en grave deterioro.
Es cierto que el Gobierno actual del país es provisional y ha sido definido como de transición. Así mismo, se ha subrayado que su objetivo principal es convocar y realizar elecciones en términos adecuados, cosa para la que ya el pueblo boliviano se está preparando, pues se debe retornar a la constitucionalidad para conseguir la normalización general de la vida de la Nación y el funcionamiento de la democracia, no solo en sentido político, sino también económico, de tal forma de evitar desbordes populistas y restauradores del desorden heredado.
La dinámica social del país tiene caracteres de gran intensidad y velocidad y no se puede dejar esos asuntos sin atender, por lo que se debe redoblar esfuerzos a la vez que enfrentar las amenazas que surgen de frentes desplazados y que desean volver a sus andadas. Y es que no aceptan haber perdido el dominio político y económico de Bolivia que les estaba dando tantos beneficios y manteniendo un sistema continental anacrónico que enarbola objetivos que van desde la dependencia de ideologías obsoletas (que ya fracasaron en la práctica en todo el mundo) y pasan por el terrorismo, las conspiraciones para restaurar sistemas antihistóricos.
Las tareas son enormes y difíciles, pero el pueblo boliviano está acostumbrado a enfrentarlas, por ello sus enemigos lo consideran invencible, heroico y poderoso.
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