Muchas veces, organismos internacionales como el Banco Mundial, Fondo Monetario Internacional, CEPAL, Banco Interamericano de Desarrollo y otros han sugerido que los países pobres y subdesarrollados “adopten políticas que les permita reducir la dependencia; generar riqueza, crear empleo y reducir los índices de pobreza; pero las condiciones para ello no siempre se han dado en la mayoría de las naciones pobres, especialmente del Cuarto Mundo que batallan en contra de muchos factores que les impedirían, en todo forma, combatir males: guerrillas, grupos que asumen condición de gobernantes y que se sirven de sus países; conflictos raciales, ignorancia, malas condiciones de salud y otros factores que hacen casi imposible la comprensión y cooperación de buena parte de las poblaciones que desconfían de cualquier plan que se adopte para cooperar con ellas.
Para los países del Tercer Mundo resultaría menos problemática; pero se tropieza con el hecho de que con toda ayuda, por importante que sea, resulta imposible lograr buenos resultados y es, simplemente, por el hecho de que en los países pobres y subdesarrollados de este mundo, dependiente de ayudas hasta ahora, porque existe el convencimiento casi general de que si los países ricos y desarrollados -generalmente promotores de ayuda alimentaria- quisiesen realmente combatir la pobreza lo ideal sería que inviertan en esas naciones para que cada pueblo fabrique lo que necesita, produzca sus propios alimentos, eduque a sus habitantes, logre el perfeccionamiento y especialización de sus profesionales técnicos con objeto de que ellos sean cabezas de sus industrias.
En buenos términos, los países del Tercer Mundo apelan al dicho chino: “Agradecemos las ayudas; pero, en todo caso, preferiríamos que, en lugar de alimentos y artículos de uso y consumo, se nos ayude a fabricarlos; que nosotros, por nuestros propios medios, podemos conseguir los frutos que nos sirvan”. En concreto, buscan que los países ricos inviertan, creen fabricas y negocios capaces de rendir utilidades de las que ellos participen porque serían parte importante del negocio para evitar que su cooperación o ayuda siga siendo gratuita y, en casos, afecte a la dignidad del pueblo”. Esta es realidad que no se puede entender porque hay desconfianza en las poblaciones y quienes poseen dinero y tecnología prefieren destinar parte de sus utilidades a donarlas en alimentos, útiles y enseres del hogar, computadoras y otros menores.
Lo que querrían las entidades internacionales -criterio compartido por muchos países- es que se creen las condiciones, debido a las inversiones, para crear riqueza que genere empleo y este sea factor para conseguir una lucha formal contra la pobreza que es causante de enfermedades, crecimiento de la delincuencia y del narcotráfico y otros males que sumen a las poblaciones en más pobreza y dependencia.
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