Según organismos internacionales
> Latinoamérica registrará una recuperación lenta, según el Banco Mundial, mientras Moody´s señala perspectiva negativa para la región este año ante un creciente descontento social y bajo crecimiento
La desaceleración de la economía nacional viene del 2015, y en los últimos años continuó con la tendencia a la baja; las convulsiones sociales así como el incendio en la Chiquitania afectaron a los resultados del Producto Interno Bruto de 2019, el Banco Mundial en su último informe estimó un 2,2 %, y proyecta una recuperación para 2020 de 3 %.
El organismo internacional señala que para el 2021 y 2022, Bolivia crecerá 3,2 % y 3,4 %, respectivamente.
Por otra parte, según los análisis y proyecciones del Centro Boliviano de Estudios Económicos de Cainco (Cebec), la economía boliviana es estable dentro de su gravedad, pero con favorables perspectivas de recuperación.
Sin embargo, la caída de los hidrocarburos de 20 %, hicieron que las perspectivas se corrigieran inicialmente a la proyección a un entorno cercano a 3 % y, posteriormente los conflictos después del fraude en las elecciones generales del 20 de octubre, que habrían implicado 1.000 millones de dólares menos de actividad, permiten anticipar que el crecimiento se situará en torno a 2 % en 2019, señalaba una nota de la entidad.
Mientras Moody´s proyecta una recuperación para este 2020, y que el crecimiento de la economía nacional estará por encima del 3 %, entre tanto el presidente de la Cámara Nacional de Comercio (CNC), Rolando Kempff, en declaraciones a la prensa hace una semanas atrás, dijo con optimismo que la cifra estará en 3,5%, y que el 2019 Bolivia cerraría con 3,2%.
INFORME
La lenta recuperación se ve amenazada por dos tendencias que despiertan interrogantes sobre el curso del crecimiento económico: el aumento sin precedentes de la deuda a nivel mundial y la prolongada desaceleración del crecimiento de la productividad, que debe recuperarse para mejorar los niveles de vida y contribuir a la erradicación de la pobreza, señala una nota de prensa del Banco Mundial.
Según lo previsto en el informe semestral Perspectivas económicas mundiales del Banco Mundial, este año el crecimiento mundial aumentará un 2,5 %, lo que representa un ligero repunte respecto del 2,4 % registrado en 2019, a medida que el comercio y la inversión se recuperen gradualmente. Se prevé que el crecimiento de las economías avanzadas en su conjunto disminuirá del 1,6 % al 1,4 %, debido principalmente a la persistente debilidad en las manufacturas.
El crecimiento de los mercados emergentes y las economías en desarrollo se acelerará del 3,5 % registrado el año pasado al 4,1 %. Sin embargo, se anticipa que el repunte provendrá mayormente de un pequeño número de grandes economías emergentes que superarán el estancamiento económico o se estabilizarán tras salir de un período recesivo o turbulento.
En muchas otras economías, se prevé que el crecimiento se desacelerará mientras las exportaciones y las exportaciones seguirán registrando un nivel deficiente.
Un aspecto preocupante de la tendencia de crecimiento lento es que, aun cuando las economías emergentes y en desarrollo se recuperen tal como está previsto, el crecimiento per cápita se mantendrá muy por debajo de los promedios a largo plazo y avanzará a un ritmo demasiado lento para alcanzar los objetivos de erradicación de la pobreza.
OLEADA DE ENDEUDAMIENTO
Un aspecto que ensombrece las perspectivas es el hecho de que en los últimos 50 años se ha registrado la oleada de acumulación de deuda más grande, más rápida y más generalizada entre las economías emergentes y en desarrollo. La deuda total entre dichas economías trepó del 115 % del producto interno bruto (PIB) en 2010 a alrededor del 170 % del PIB en 2018. Los niveles de deuda también han aumentado en los países de ingreso bajo luego del marcado descenso registrado entre 2000 y 2010.
La actual oleada de endeudamiento difiere de las anteriores en que se ha incrementado la proporción de tenencias de deuda pública de no residentes en los mercados emergentes y economías en desarrollo, de deuda privada denominada en moneda extranjera en dichos mercados y economías, y, en el caso de los países de ingreso bajo, de los préstamos de los mercados financieros y acreedores bilaterales que no son miembros del Club de París, lo que genera inquietud acerca de la transparencia y la colateralización de la deuda.
El endeudamiento público puede ser beneficioso e impulsar el desarrollo económico cuando se utiliza para financiar inversiones que promueven en desarrollo, por ejemplo, en infraestructura, atención de la salud y educación. La acumulación de deuda también puede servir para estabilizar la actividad económica durante las recesiones. Sin embargo, las tres oleadas de acumulación de deuda anteriores acabaron mal: incumplimientos en el pago de deuda soberana a principios de los años ochenta; crisis financieras a fines de la década de 1990; la necesidad de importantes alivios de deuda en la década de 2000, y la crisis financiera mundial en 2008-09. Y si bien hoy en día algunos de los riesgos se ven mitigados por las bajas tasas de interés, el alto nivel de deuda conlleva riesgos significativos.
Puede llevar a que los países se tornen demasiado vulnerables a las conmociones externas, limitar la capacidad de los gobiernos para contrarrestar las recesiones con estímulos fiscales y obstaculizar el crecimiento a largo plazo desalentando la inversión privada que mejora la productividad.
Esto significa que los gobiernos deben tomar medidas para minimizar los riesgos asociados a la acumulación de deuda. La sólida gestión de la deuda y la transparencia de la deuda pueden ayudar a mantener controlados los costos de endeudamiento, mejorar la sostenibilidad de la deuda y reducir los riesgos fiscales. Contar con sólidos regímenes de regulación y supervisión, una gestión institucional adecuada y normas internacionales comunes puede ayudar a contener los riesgos, garantizar que la deuda se utilice de manera productiva e identificar vulnerabilidades desde temprano.
DESACELERACIÓN DE LA PRODUCTIVIDAD
Otro aspecto del ritmo decepcionante al que crece la economía mundial es la desaceleración generalizada del crecimiento de la productividad que se viene registrando en los últimos 10 años. Dicho crecimiento —producción por trabajador— resulta indispensable para elevar los niveles de vida y alcanzar los objetivos de desarrollo.
En esta edición de Perspectivas económicas mundiales se incluye un extenso análisis de las tendencias de la productividad centrado en la manera en que las economías emergentes y en desarrollo se han visto afectadas por la desaceleración de la productividad. Un trabajador de una economía emergente o en desarrollo produce menos del 20 % que un trabajador de una economía avanzada, y en las economías de ingreso bajo esta cifra disminuye al 2 %.
Desde la crisis financiera mundial, se ha registrado una desaceleración generalizada de la productividad en las economías emergentes y en desarrollo.
Entre las economías emergentes y en desarrollo, que tienen un historial de aumentos y retrocesos de los niveles de productividad, la desaceleración que pasó del 6,6 % en 2007 a un escaso 3,2 % en 2015 ha sido la más pronunciada, la más prolongada y la más generalizada hasta la fecha. Dicha desaceleración se debe a la reducción de los niveles de inversión y de mejoras en términos de eficiencia, la disminución de los beneficios derivados de la reasignación de recursos a sectores más productivos, y la desaceleración de los avances en relación con los factores clave de la productividad, como la educación y la calidad institucional.
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