Con el descubrimiento público del gran fraude cometido en las elecciones del 20 de octubre/2019 según las auditorías dispuestas por la OEA y que han convencido al mundo sobre cómo y cuánto se quiso hacer de fraudulento para asegurar un cuarto período al jefe del masismo y, a la vez, presidente de seis federaciones de cocaleros del Chapare. Esa gran lección no ha servido a políticos que, parece, seguirán en campaña por su obcecación para alcanzar la Presidencia de la República.
La mayoría de esos políticos, agrupados en pequeños partidos que han logrado terciar en el proceso eleccionario, no han aprendido y todo muestra su disposición a seguir ahora en los mismos yerros pero con la diferencia de que ya no será para enfrentar o contrarrestar el accionar del masismo que quería eternizarse en el poder.
Ahora todo ha cambiado pero ellos no lo ven así y creen que disgregados, desunidos, separados podrán alcanzar al éxito; hay muestras de que habrá nuevos candidatos y otros que repetirán la hazaña de intervenir y no lograr ni siquiera el 4% de la votación y eso demuestra, simplemente, obcecación basada en la ambición o exceso de figuración, inmodestia y soberbia sabiendo que el pueblo ya no cree en ellos. Por su parte, el partido “ganador con fraude escandaloso el 20 de octubre/2019” alista sus cuadros para intervenir en el nuevo proceso electoral.
Los dirigentes del MAS, manejados por su jefe desde el exterior, se sienten seguros porque saben que sus posibles contrincantes están divididos, sin metas claras, sin una candidatura que posea todas las condiciones para intervenir con ventaja. El MAS tendrá su candidato “elegido por sus dirigentes” que, dicen, será “defensor de derechos conquistados en casi 14 años de poder absoluto”; se sienten tan seguros que, prácticamente, siguen haciendo uso de su mayoría en el Parlamento e imponen lo que quieren atenidos a la pasividad de parlamentarios de la minoría que no pesan ni pisan y, como antes, se quedan callados y resignados a lo que la mayoría decida. No hay en esos cuadros de la minoría un atisbo de coherencia ni energía para enfrentar las nuevas situaciones y menos para convencer a sus mandantes de que renuncien a sus ambiciones, se unan y elijan un solo candidato que efectivamente haga frente al masismo que, conforme pasa el tiempo, adquiere fuerza porque dicen “‘defender derechos adquiridos”, etc. etc.
Finalmente, y como corolario de arbitrariedades, existe la intención de “prorrogar el mandato de los actuales senadores y diputados”; en otras palabras, violar otra vez la Constitución y el MAS, atenido a su mayoría parlamentaria, imponer su voluntad y seguir con poderes que ya no tienen razón de ser porque todos ellos, desde enero de 2020 dejarán de ser parlamentarios y, consecuentemente, no corresponde una prórroga de mandato porque la Constitución lo prohíbe y, además, los resultados del Referéndum del 21 de febrero de 2016 establecen que no puede haber prórrogas de ninguna clase. Ni el Tribunal Constitucional ni ningún poder del Estado puede violar la Carta Magna y disponer prórrogas de mandatos que resultarían absurdos, ilegales e inmorales desde todo punto de vista.
Es preciso insistir en que prorrogar el mandato de los parlamentarios sería un craso error porque se violaría la Carta Magna, las leyes y los principios morales del pueblo que jamás aceptaría semejante impostura que, de concretarse, sería reconocerle derechos al MAS y a sus jefes.
Nuestros políticos deben comportarse conforme a los requerimientos del país: obrar con sensatez, renunciamientos y conductas apegadas al bien común con miras a consolidar las libertades y la democracia tan difícilmente logradas después de casi 14 años de dominio absoluto del MAS. Es preciso que el país esté antes que intereses y conveniencias personales y de partidos; de otro modo seguiremos en la misma noria de siempre, donde priman quienes no comparten la inquietudes y esperanzas del pueblo que espera conductas dignas, especialmente a través de la designación de un solo candidato que reúna las condiciones que se requiere para ocupar la Presidencia con miras a gobernar el país con capacidad, honradez, honestidad y responsabilidad.
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