Ramiro Pillco-Zolá
I
Al transitar por los espacios públicos reducidos de La Paz, tratándose de sede de gobierno del Estado Plurinacional de Bolivia, sin vacilación se dirá que se llegó a un nivel inmejorable. En todo lado son visibles las calles, avenidas, aceras en muy mal estado, con un tráfico automotor desordenado y, desde luego, con pocas áreas verdes. Pese a los esfuerzos institucionales realizados en décadas, no se ha logrado tener una ciudad de calidad, mucho menos contextualizado con su paisaje típico, acorde con la transformación de urbes a nivel mundial. Por último, tomando en cuenta el calentamiento global y que puede resultar muy adverso.
Los cambios físicos palpables en esta ciudad desarrollada en un valle de puna, a cerca de 4 mil metros de altura, es posible contrastarlos considerando dos momentos: el primero corresponde a una visita realizada en 1982 -es el reinicio del periodo democrático en Bolivia con don Hernán Siles Zuazo-, también cuando el calentamiento sostenido tuvo su inicio. Y el segundo momento es hoy, después de casi cuatro décadas; entre tanto la temperatura de ambiente se incrementó en 1°C.
El mismo tren desde Oruro nos transportó hasta el centro paceño. También ya es parte de esa nostalgia la brisa helada, calles relucientes y adoquinadas con roca granito; hoy quizá las mismas calles y con sus aceras se las ve como impresentables. En medio de este abandono, hoy se hacen sentir las olas de calor, como el fenómeno climático El Niño de diciembre de 2016, el mayor en los 100 años últimos.
En los años 90, la única avenida de la ciudad se iniciaba en la Av. Montes y llegaba hasta la otra terminal de la avenida Ballivián en la zona de San Miguel. Sigue siendo la columna vertebral de la urbe, por donde circula la mayor cantidad de motorizados y personas, pero nada tiene que ver con la carta de presentación de la ciudad. Se trata de una de las avenidas con mayores inversiones en construcción, donde lamentablemente la calzada presenta ondulaciones serias, las aceras en algunos sectores van desapareciendo, o simplemente tienen arreglos arbitrales. En cuando a las áreas verdes, en el trayecto hay pocas, ninguna luce. Dichos espacios son refugio de mascotas abandonadas. Finalmente, en medio de esta realidad el tendido permisivo de todo tipo de cables por las calles muestra la gran apatía nuestra.
Las proyecciones climáticas para estas latitudes dan cuenta de condiciones hostiles para la vida, debido al incremento de la aridez. El calentamiento para esta región es superior a la media mundial en la penúltima década (López-Moreno et al., 2015). Según mis cálculos, sobre datos climáticos diarios observados en la zona del Titicaca y uso de modelos de reducción de escala, se tiene como resultado un incremento de la temperatura de variación mensual proyectada para fines del presente siglo entre 2 y 3 °C. En una investigación anterior realizada por Bush et al. (2010), usando modelos conceptuales de reconstrucción del clima y con caracterización ambiental, se da cuenta que con un incremento de 2°C significaría haber llegado al punto de inflexión, traduciéndose como el paso hacia un ambiente de muy árido en la región, es decir, algo similar que ya se vive el Altiplano sur, por ejemplo.
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