Marcelo Miranda Loayza
¿Puede la sociedad alejarse de DIOS y continuar su camino solo guiado por el pensamiento humano?, las sociedades laicistas ya dieron su veredicto, Dios no tiene cabida, la razón humana debe ser la base de todo fundamento social, siendo la ética positivista la guía ética y moral sobre las cuales el actuar humano base su conducta.
El Cardenal Joseph Ratzinger, en la conferencia impartida en el Monasterio de Santa Bárbara en la ciudad de Subiaco, señalaba de manera profunda y precisa la existencia de una nueva moralidad articulada en torno a palabras claves, como justicia, paz, conservación de lo creado, ecología, etc., si bien esta moralidad es necesaria lastimosamente es demasiado vaga y por ende resbala hacia una esfera político partidista. Ratzinger es demasiado claro en este sentido, el nuevo moralismo laicista, en el cual las sociedades occidentales basan sus principios, nunca logrará alcanzar una validez universal imparcial y justa.
Un moralismo puramente humano es, en definitiva, un humanismo huérfano, el cual es fácilmente manipulable según las “necesidades” políticas coyunturales, es decir, se prestan al momento y al actor político de turno, en este sentido, como bien lo menciona Ratzinger, “el pacifismo fácilmente puede desviarse hacia un anarquismo destructivo”.
El relativismo moral imperante en nuestras sociedades ha convertido lo malo en bueno y lo bueno en malo, demostrando con ello que el crecimiento tecnológico propio de nuestro tiempo no va de la mano de un crecimiento moral y ético. Los nuevos paradigmas del Siglo XXI no encuentran un sustento moral adecuado, o en todo caso es víctima de todo tipo de abusos, relativizando la verdad, la ética y la moral.
Por curioso que parezca, tener una posición diferente a las corrientes actuales en temas morales y éticos es sinónimo de “oscurantismo” o “discriminación”. La Fe de este modo queda supeditada al relativismo actual, pues para los creyentes actuales Dios es un Dios de amor que emana palabras dulzonas y que acepta todo tipo de comportamientos en aras del “amor”. Una Fe vivida de este modo se aleja de la centralidad de Jesucristo, para centralizar una visión humana de la caridad y del amor, visión que prefiere obviar las exigencias del evangelio para dar paso a la parmosidad humana y su postura fallida del amor, convirtiendo a las Bienaventuranzas en una especie de tratado social, alejando del creyente la verdadera esencia y belleza del texto evangélico.
Una vida llevada con preceptos éticos y morales firmes va ligada a una vivencia de FE coherente, por ende no se presta a relativizar la verdad, no la politiza ni la vende al mejor postor.
Ratzinger señala de manera categórica, “La moral debe estar inspirada en el encuentro con Jesucristo y no en una serie de indicaciones: se trata de un encuentro de Amor”. La conclusión es sencilla y a la vez profunda, no existe una verdadera visión moral fuera de Cristo y su Evangelio.
El cristianismo no puede alejarse de la razón, por ende, no se puede dejar de lado la investigación y la academia, de lo contrario es fácil caer en simplismos teológicos y morales, los cuales, según hemos visto, no siempre buscan un fin correcto o idóneo. Es por esta razón que resulta imprescindible el estudio de la obra de Joseph Ratzinger, pues en ella encontramos de manera clara y certera no solo lo hermosa y compleja que resulta la FE católica, sino también respuestas coherentes y concisas a las problemáticas actuales. Ratzinger expresa de manera contundente que la razón ha triunfado en el Cristianismo, es nuestro menester seguir con esa tradición.
El autor es Teólogo y Bloguero.
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