Bienestar
Todavía recuerdo cuando me fumé mi último cigarrillo, un día que tengo grabado en la memoria como el primero de una vida mucho mejor, aunque al principio fuera duro, y mucho. No sé ni cómo empecé a fumar, por hacerme la mayor o algo así, porque creía que daba la imagen de mujer sofisticada, quería ser la Lauren Bacall en El sueño eterno, aunque en realidad no fuera más que una patética adolescente con ínfulas de sofisticación. Como siempre he hecho deporte, enseguida me di cuenta de que fumar entorpecía mi desempeño, así que decidí poner remedio antes de que empezaran las molestias que siempre sufren los fumadores.
Me compré el famoso libro de Allen Carr “Es fácil dejar de fumar si sabes cómo”, que me ayudó mucho, aunque con Carr no estoy del todo de acuerdo, fácil, fácil tampoco fue. Eso sí, sus consejos fueron de gran ayuda para no abandonar, sobre todo porque explica muy bien cómo nuestro cerebro intenta engañarnos para que fumemos ese cigarrillo que tanto nos apetece. Es importante saber que las ganas bestias de fumar, el síndrome de abstinencia, se pasa en tres semanas. Esas tres semanas son las más duras, a partir de ahí, poco a poco, cada día se hace más fácil que el anterior, pero no hay que bajar la guardia. Estos son mis trucos particulares, los que a mí me funcionaron hace más de 15 años.
TIRA TODO CIGARRILLO QUE TENGAS
Eso de “voy a tener un tabaco a mano para demostrarme que tengo fuerza de voluntad” es peligrosísimo. No se trata de torturarte, sino de dejar de fumar. Así que evita toda tentación. Se trata de apartar de la vista todo lo que te recuerde que tú, antes, fumabas.
Levántate de la mesa después de comer
Después de una comida es cuando más apetece fumar. Levántate y recoge la mesa, pon el lavaplatos. Si estás cenando en casa de unos amigos, hazlo también, ofrécete a ayudar. Si estás en un restaurante, no hay problema, los fumadores saldrán fuera a echarse un pitillo, piensa en lo cómoda y calentita que estás en ese momento. El hábito del cigarrillo después de las comidas se quita rápido si te mantienes en movimiento.
HAZ UN CÁLCULO DE LO QUE TE VAS A AHORRAR AL MES Y GÁSTATELO EN ALGO DISPARATADO
Cuando yo dejé de fumar calculé que me ahorraba un equivalente a 100 dólares al mes, y ese monto en la década del 2000 daba para mucho. Cada mes que pasaba me daba un nuevo lujo, los 100 dólares en algo que no necesitaba pero me encantaba, me lo tomé como mi recompensa por haber dejado ese mal hábito. Piensa que con el dinero que gastas en tabaco te puedes comprar cada año un celular o una tableta nuevos. Pero piensa en positivo, no en lo que tiras con cada cajetilla, sino en lo que vas a hacer con ese dinero ahora que ya no fumas.
ÉCHATE A ANDAR
Esto va a pasar: te sientes al borde de un ataque de nervios, estás a punto de irte con ese compañero de trabajo que sale a fumar, le vas a pedir un pitillo, no puedes más. Sal con él, pero en lugar de ir a fumar, da una vuelta a la manzana, contando los días que llevas sin probar el tabaco y recordándote que todo ese esfuerzo se irá a la basuras si cedes. Si persisten las ganas, da otra vuelta a la manzana. Y si son las 12 de la noche, te vistes y sales a la calle a dar esa vuelta a la manzana.
HAZ PEQUEÑOS CAMBIOS EN TUS HÁBITOS COTIDIANOS
El cerebro tratará de engañarte y buscará que asocies tu rutina a momentos en los que fumabas. Si introduces pequeños cambios cotidianos como adelantar un poco la hora de comida, o hacer más a menudo ingestas menos abundantes en vez de pocas comidas contundentes. Lleva a cabo incluso grandes cambios, como aprovechar la pausa del mediodía para salir de la oficina y caminar, o incluso ir a nadar o al gimnasio, en lugar de ir a comer un menú con los compañeros. Cambia el consumo de café por el de infusiones, o deja las bebidas alcohólicas.
PASA MÁS TIEMPO EN LUGARES PÚBLICOS
¿Te acuerdas de cuando estabas en una exposición, una película o una biblioteca y te morías por salir para fumar un cigarro? Pues haz de eso ahora una ventaja. Como en esos sitios no se puede fumar, sácales más partido. Llena tu agenda de visitas a museos, acude a bibliotecas y talleres, a espectáculos. Como además estaremos entretenidos, se nos olvidarán las ganas de fumar.
PRACTICA DEPORTE
Eso fue lo que más me ayudó a mí durante los primeros meses de abstinencia del tabaco. Sí, no solo durante las primeras tres semanas, sino durante mucho más. Bueno, hoy en día soy adicta al deporte, un hábito mucho más sano que el de fumar. La práctica deportiva, ya sea, running, nadar, zumba, yoga, pilates, lo que sea, no solo nos mantiene con la mente ocupada sino que, además, ayuda a una mayor secreción de endorfinas, los neurotransmisores que además de reducir la percepción del dolor desencadenan una sensación positiva en el cuerpo similar a la de la morfina. Yo dejé de fumar un 31 de enero (no recuerdo el año), pero sí que fue la única vez que intenté dejarlo, que lo conseguí con perseverancia, fuerza de voluntad y con la ayuda de estos pequeños trucos. De ellos, probablemente el que más me ayudó fue mi afición al gimnasio.
LO MEJOR DE TODO
Llevo más de 15 años viviendo sin humo. Es genial por muchas razones: tengo una piel sana, sigo batiendo mis propias marcas, mi corazón y mis pulmones están sanísimos. Pero hay algo mejor. No he vuelto a sentir las ganas de fumar que tenía cuando era fumadora. Anhelaba la nicotina todo el tiempo, solo se me pasaba en los momentos en que inhalaba un cigarrillo. Y cuando tenía esas ganas de fumar y no lo hacía, lo pasaba mal. Creo que todos los fumadores sienten síndrome de abstinencia cuando no están con el pitillo en la boca. Lo creo porque me pasaba, y no era la única, me bajaba de un avión e iba directa a la pecera llena de humo donde nos dejaban echar un cigarro. No he vuelto a sentir eso, la necesidad de fumar, el malestar de creer que necesitas el humo o la nicotina o lo que sea que te provoca esa ansiedad. Fue una liberación librarme de ese vicio y no volver a sentir esa pulsión que me llevaba a intoxicarme de la forma más estúpida que existe.
Rosa Marti