Como muchas veces ha ocurrido en la historia del país, en este tiempo se presentan situaciones conflictivas que lo único que hacen es agravar los problemas y no dejan espacios para encontrar, mancomunadamente, soluciones que es preciso aplicar luego de los casi catorce años vividos con un gobierno totalitario que si bien en sus primeros dos períodos fue constitucional y legal, han determinado situaciones en que la demagogia y el populismo han hecho tabla rasa de la institucionalidad que, prácticamente, ha desaparecido totalmente de la vida nacional porque el masismo determinó seguramente que era mejor no administrar sino manejar el país como sea y como se le ocurra a quien encabezó el accionar del régimen.
Es lamentable comprobar que el gobierno se ve obligado a soportar situaciones ajenas a la realidad, conductas que no solamente perjudican el trabajo que, conjuntamente en lo público y privado, hay que enfrentar y realizar porque las experiencias han demostrado cómo la desunión de ambos ha dado lugar a situaciones anómalas que luego debe enfrentarse y encontrar remedios: así, la presencia de amenazas de paros, manifestaciones, protestas, huelgas y hasta bloqueos distraen labores y voluntad de quienes deben dedicar tiempo y energías al trabajo, a la realización de planes de gobierno o trabajo empresarial.
El país especta, luego de haberse fijado una fecha para las elecciones, cómo los políticos no entienden de unidad y menos de ponerse de acuerdo con encarar los diversos problemas y cada quien, en cada partido o facción política, surgen los que creen ser la alternativa cuando no son siquiera la posibilidad para el país porque el tiempo pasado ha probado que la política partidista mientras no tome conciencia de país y tenga vocación de servicio será difícil encarar, con la energía, honestidad y responsabilidad necesarias, lo que debe hacerse, lo que debe corregirse de lo mucho malo que hizo el anterior régimen y, por otra parte, mejorar lo bueno hecho.
Las experiencias dejadas por el anterior gobierno que culminó con las elecciones del 20 de octubre de 2019 y que se comprobó sufrieron de un fraude enorme y que ha sido condenado hasta por la comunidad internacional, cómo nuestros políticos tropezando con los mismos obstáculos, continúan con la torpeza de ver sólo sus intereses y, lo peor, de considerar que cada uno, en su partido y su medio en que se desenvuelve tiene las condiciones propicias para encarar todo lo que el país precisa.
Es lamentable, por otra parte, cómo se manipula, por parte de los resabios que quedan del MAS y el gobierno anterior, en contra de la nación, con la consigna de que “hay que anular al gobierno y, en lo posible, hacerle la vida imposible” y, faltos de imaginación y cegados por su desconocimiento, no entienden o no quieren comprender que todo lo que hacen y hagan en el futuro perjudica y daña a todo el país, a todo el pueblo que ellos dicen defender y querrían servir cuando en su momento, cuando tenían los medios y el poder necesarios no lo hicieron porque el pueblo sirvió para servirse de él y jamás servirlo como sería lo ideal que hagan los políticos y, por supuesto, las ideologías que sustentan y buscan levantar a los campesinos a título de que han sido “frustrados en sus aspiraciones de lograr reivindicaciones de derechos”; derechos que ellos, como partido mayoritario usando plenamente el Ejecutivo y teniendo como apoyo y factor de decisiones a los otros poderes del Estado como son el Legislativo y el Judicial que, en comunión con las Fuerzas Armadas y la Policía cumplieron consignas de partido y de intereses de quienes manejaron con soberbia y petulancia los intereses nacionales.
¿Qué lograrán las llamadas “fuerzas de izquierda” con posiciones irracionales, irresponsables y contrarias al bien común? ¿Cómo responderán ante sus mandantes de lo mal que hagan? ¿Creen que el pueblo les dará apoyo sabiendo cómo han obrado en el pasado y cuánto daño se hizo al frustar esperanzas y anhelos del pueblo? Lamentablemente, los campesinos -que siempre fueron utilizados para fines partidistas- muchas veces obran conforme a lo que sus dirigentes disponen y así han sido desde el año 1953 en que se produjo la Reforma Agraria que, se suponía, sería beneficiosa para el campesinado que, en buenas cuentas ha recibido muy poco de los diversos gobiernos y habría que preguntar: ¿En educación y salud? ¿En asesoramiento, provisión de semillas, herramientas y maquinaria para trabajar? ¿De qué les sirvió los “títulos de propiedad de la tierra” cuando no les sirvió ni para tramitar créditos bancarios? Por obcecación de los dirigentes, cada Presidente -legal o de facto- firmó los títulos de propiedades que han servido para formar minifundios que, casi en su mayoría, no han servido porque no pudieron disponer como herencia para sus hijos.
El país precisa del trabajo honesto y responsable de todos; no necesita extremar sus problemas cuando hay urgencia de solucionarlos; requiere la unidad nacional y no la anarquía con discordias que agravan las dificultades y extravían los remedios.
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