La destacada luchadora sindical por los derechos de los maestros, la profesora Wilma Plata, hace un tiempo en declaración pública calificó al gobierno del MAS como el régimen de la “barbarie”.
Seguramente para algunos lectores el calificativo parezca exagerado, pero no es menos cierto que en el gobierno depuesto en noviembre pasado y que gobernó por casi catorce años continuos a partir del 22 de enero de 2006, pese a que la Constitución Política señala sólo dos gestiones de gobierno continuas, cometió muchas barbaridades.
Ahora que el gobierno populista fue echado del poder han aparecido muchas personas que declaran, escriben y protestan contra el anterior régimen, pero en verdad fuimos pocos los que durante todo el tiempo del anterior gobierno, en estas páginas independientes de EL DIARIO, Decano de la Prensa Nacional, opinamos contra los excesos de poder, pues un pensamiento en política sostiene que: el que tiene poder hace uso y abuso del mismo, y son las leyes el freno a estos excesos de quienes detentan el poder.
El régimen de gobierno anterior se caracterizó precisamente por los excesos, que comenzaron al poco tiempo de ese gobierno, con el atentado a un medio de comunicación televisiva en el sur del país, a cargo de un militar destinado a palacio de gobierno, que fue descubierto. De ahí son muchos los casos que durante catorce años se cometieron desde el poder, atentando contra los derechos humanos, las libertades y derechos constitucionales, los bienes del Estado y que costaron en vidas humanas alrededor de una centena.
No vamos a mencionar los casos de corrupción, montajes, extorsiones, latrocinios, represión, etc., cometidos por el anterior gobierno, que pretendió quedarse en el poder “para siempre”, como lo declaró el ex presidente Morales en varias oportunidades, pues ocuparíamos mucho espacio y está en la conciencia pública lo que fue el régimen depuesto.
Seguramente la profesora Plata utilizó el término de “barbarie”, en referencia a la escasa formación y conocimientos del caudillo populista, que en sus cotidianas declaraciones hacía gala de escasos conocimientos, lo que llevó incluso a un joven investigador a escribir dos tomos de las “evadas”, precisamente en referencia a las declaraciones presidenciales.
En anteriores notas de opinión periodística hicimos notar los excesos de poder, las políticas de gobierno equivocadas, los yerros en materia de relaciones internacionales, como la demanda marítima en La Haya contra Chile, el despilfarro, el incumplimiento de normas de administración y control fiscal y un largo etcétera sobre el anterior gobierno.
En su momento comentamos las declaraciones del caudillo populista a la prensa internacional, sobre que no le gustaba leer, prueba de ellos es que hace unos años se instaló en el hall de la oficina de correos una exposición de retratos en tamaño grande, del ex presidente, en los que se lo ve con diversidad de atuendos del área rural, en otros bailando, pero en ninguno leyendo un periódico o libro. Esos retratos están en el museo que se le hizo en su pueblo de Orinoca.
Ahora el expresidente refugiado en la vecina Argentina prosigue su labor de hacer declaraciones, en especial en las redes sociales, y por supuesto muchas de ellas desafortunadas, como que se sigue considerando presidente, pese a que renunció públicamente y luego dejó el país, es decir hizo abandono de sus funciones, sin esperar la respuesta de aceptación o no de la Asamblea Legislativa a la que dirigió su renuncia.
Otra desafortunada declaración ha sido la última, en la que propone organizar milicias armadas, como en Venezuela, seguramente para asesinar a estudiantes y al pueblo que pacíficamente protesta contra la dictadura en el hermano país, pero que resulta una vez más una incitación a la confrontación, ya que luego de su renuncia y abandono del país dejó alrededor de tres decenas de fallecidos.
El anterior gobierno ha dejado una penosa herencia a los bolivianos, es el “odio racial” contra los no indígenas, cuando luego de la revolución nacional se les dio a los indígenas la condición de ciudadanos, con los mismos derechos y obligaciones de todo individuo en el país y que se dejó de lado el apelativo de “indio” para referirse a los pobladores del área rural, por el de campesino.
Esas heridas tienen que sanarse y retornar a la unidad de los bolivianos, pues la política del populismo de dividirnos entre k’aras e indios, cambas y collas, derechistas e izquierdistas, vende patrias y supuestos patriotas, resulta un atentado y grave riesgo a la seguridad nacional y el desarrollo armónico de la sociedad boliviana.
El autor es abogado, politólogo y escritor.
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