Rolando J.E. Garvizu Meza
El avance que ha tenido la humanidad en diversos campos es impresionante. La capacidad de transporte, generación de energía, facilidad de comunicación, por citar solo algunos pasos tecnológicos, es enorme. Pero todo este avance tiene un precio, la capacidad de carga del planeta está llegando a su límite y gran parte de la sociedad es adicta al consumismo.
Un estudio realizado años atrás a un grupo de jóvenes evidenció que ellos podían reconocer más de 1.000 marcas, nombres y logos de diferentes productos, pero no podían identificar más de 10 plantas y/o animales de su región.
Estos resultados y los diversos problemas ambientales que se presentan en la actualidad a nivel mundial, como alteraciones en el clima, pérdida de biodiversidad, erosión, desertificación, disminución de cuerpos de agua y otros evidencian la plena vigencia de lo que podemos denominar “eco-analfabetismo”.
Este modelo consumista de la sociedad está provocando grandes problemas de contaminación, saqueo y destrucción de la naturaleza hasta el punto de una muy difícil recuperación. Ante este problema han surgido muchos movimientos en defensa del medioambiente, pero pese a los esfuerzos realizados, los resultados aún son escasos.
Un análisis somero de la globalización nos permite ver que este proceso tiene su base en una sociedad consumista, fomentada por diversos mecanismos. Esto se evidencia en que los productos modernos tienen cada vez menor tiempo de vida, lo que obliga a la sociedad a un mayor consumo.
Esta forma de vida hace que el ser humano, sin querer, contribuya a su propia destrucción. Mediante el consumo irracional (que se cree racional), se privilegia el tener antes que el ser, los productos (cosas) supuestamente brindan una mejor vida y en este sentido, los valores de la calidad de vida giran en torno a las cosas que son adquiridas o consumidas.
La sociedad en general y el ser humano en particular tienen que ser capaces de comprender la incidencia de sus actividades sobre el planeta y el medioambiente. Así se podrá implementar acciones que permitan generar el cambio.
Para ir en esta dirección, nace lo que se conoce como Educación Ambiental. Pero ¿qué es la educación ambiental? Podemos definirla como “un proceso que incluye un esfuerzo planificado, para comunicar información y/o suministrar instrucción, basado en los más recientes y validados datos científicos, diseñado para apoyar el desarrollo de actitudes, opiniones y creencias que apoyen, a su vez, la adopción de conductas que guíen tanto al individuo como a los grupos, para que vivan sus vidas, hagan sus cultivos, fabriquen sus productos, compren sus bienes materiales y se desarrollen tecnológicamente de manera que minimicen lo más que sea posible la degradación del ecosistema original, o las características geológicas de la región, la contaminación del aire, agua, suelo y las amenazas de sobrevivencia de otras especies de plantas y animales”.
En resumen, la educación ambiental es la educación sobre cómo continuar el desarrollo al mismo tiempo que se protege, preserva y conserva los sistemas de soporte vital del planeta.
Para comprender mejor lo que es la educación ambiental, es mejor explicar lo que no es. La educación ambiental no es un campo de estudio como biología, física o química. La educación ambiental es un proceso, y para muchos este es un concepto difícil de comprender, pues hablan o escriben sobre enseñar educación ambiental. Esto no es posible. Se puede enseñar conceptos de educación ambiental, pero no educación ambiental.
La importancia del cambio de actitud consumista y descuidada del ser humano, hacia una actitud más respetuosa con el medioambiente, se sustenta en la gran diversidad de problemas ambientales que se suscitan en la actualidad en el planeta, de los cuales podemos recalcar seis de gran magnitud, que tienen una alta importancia por su interacción directa entre ellos y la sociedad: cambio climático, deforestación, pérdida de cuerpos de agua, desertificación, agujero de ozono y pérdida de biodiversidad.
Debemos tener en cuenta que aunque los países tengan fronteras, los ecosistemas no los tienen y lo que afecte a un ecosistema, tarde o temprano afectará a otros y podrán llegar a un punto en el cual la sociedad ya no podrá hacer algo para solucionarlos y esto llevará a un cambio dentro de todos los sistemas vitales del planeta y modificará la vida tal y como la conocemos. En nuestro país aún estamos a tiempo de ser uno de los pilares de la protección y conservación ambiental gracias a los recursos naturales que tenemos, pero de no generar un cambio dentro de nuestro comportamiento hacia la naturaleza a la brevedad posible, también podremos ser parte de los países más afectados.
El autor es ingeniero en Medio Ambiente y Ecología.
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