Marcelo Miranda Loayza
Se puede entender por pobreza a la carencia de bienes materiales, a la falta de trabajo, o a la inexistencia de servicios básicos, etc., todos estos parámetros si bien pueden llegar a ser indicadores de pobreza, no siempre son los definitivos.
El famoso pasaje bíblico de las Bienaventuranzas en la versión de Lucas comienza con: “bienaventurados los pobres” (Lc.6:20 -23); la teología de la liberación utilizó de manera casi abusiva la condición de pobreza como sinónimo de salvación, echando mano para ello de la dialéctica marxista, otorgándole así un espacio escatológico primordial al pobre, y a la vez a la sociedad como lugar definitivo de la lucha entre el bien y el mal, donde las personas en situación de pobreza resultan ser los escogidos por DIOS y los ricos como la personificación del mal, por ende destinados a la condena eterna. Ideologías como el llamado “socialismo del Siglo 21” utilizaron está vertiente teológica para fundamentar una serie de abusos y atropellos en contra de la propiedad privada y el libre mercado.
Tomando en cuenta el periodo de tiempo en el que la llamada teología de la liberación fue concebida, es natural ver en ella rasgos típicos de la dialéctica marxista; es por ello que creo necesario aclarar algunos puntos en lo referente a la pobreza citada en los evangelios.
La pobreza en los tiempos de Jesús fue, en la mayoría de los casos, causada por un sistema teocrático/monárquico, el cual no daba curso a la objeción o a la réplica, sumando a esto que el pueblo judío del Siglo I tenía sobre sus hombros una carga abusiva de impuestos, cuyo único fin era la de obtención de recursos económicos para beneficio de unos cuantos encumbrados en el poder (sumo sacerdote, sanedrín, etc.). Este tipo de pobreza estaba ligada a un abuso disfrazado de “designio divino”.
Joseph Ratzinger señala en su obra culmen “Jesús de Nazareth” que Cristo en las bienaventuranzas expone lo que significa ser discípulo, no habla de una pobreza netamente material, ya que la pobreza por sí misma no salva, y es que el corazón de los que nada tienen también puede llegar a envilecerse por la codicia, pues la pobreza no exime del pecado.
La concepción de pobreza ha ido cambiando con el transcurso de los siglos, ya no podemos hablar de la pobreza como castigo divino, tampoco resulta adecuado seguir en el ideal de un marxismo infructuoso y su lucha de clases donde el pobre es el oprimido por el rico, y mucho menos cerrar los ojos ante una realidad extrema y profunda en la que viven millones de personas alrededor del mundo. Entonces, ¿qué es pobreza?
Para Ratzinger la pobreza más profunda “es la incapacidad de alegría, el tedio de la vida considerada absurda y contradictoria, esta pobreza se halla hoy muy extendida, con formas muy diversas, tanto en las sociedades materialmente ricas como en los países pobres”; este tipo de pobreza va más allá de lo material, ya que por sí misma destruye el corazón del ser humano, la codicia no distingue capacidad económica, el pecado es pecado.
La pobreza espiritual es consecuencia de la negación de lo divino, llegando a ser subsanada únicamente por la misericordia de DIOS y el arrepentimiento humano, mientras que la pobreza material puede llegar a ser resuelta con voluntad y emprendimiento, sin bonos ni regalos, que al final encadenan al pobre a la banalidad de una caridad dañina. El trabajo y el emprendimiento constituyen las formas más eficaces de luchar contra el hambre y la pobreza. Jesús nos llama a solucionar el hambre de miles, es ahí donde el trabajo encuentra su razón de ser. Las situaciones puntuales de pobreza material deben ser debidamente atendidas, pero no con caridad superficial, sino con la implementación de leyes y normas justas, donde el Estado de Derecho resguarde y trate a todos por igual, donde emprender y generar empleo sea no solo sinónimo de progreso, sino también del Reino de Dios.
Entender la pobreza descrita en las Bienaventuranzas como algo netamente material es, sin duda, un error, pues esto solo genera una falsa expectativa de enmarcar al pobre como sinónimo de bendito y salvo. El socialismo ha utilizado a la pobreza como consigna de lucha de clases, generando con ello no solo un hastío a la vida, también un desprecio por el otro, de esta manera el hombre sí se vuelve lobo del hombre, perdiendo con ello la alegría de vivir.
Al final Ratzinger tiene toda razón al entender la pobreza como el “tedio a la vida”, no existe mayor miseria que la de no apreciar a la vida como una gracia divina.
El autor es Teólogo y Bloguero.
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