Clepsidra
Cada vez aumenta el asombro de la opinión internacional, por el curioso estallido de multitudinarias protestas sociales que se llevan a cabo en países de cierta rutina democrática, como Chile o Colombia.
En los hechos, salvo el pinochetazo en Chile, o la dictadura del Gral. Rojas Pinilla en Colombia, allá por la década de los cincuenta, no se recuerda regímenes de corte dictatorial en dichos países, durante su larga vida democrática. De ahí que dichos alzamientos populares, caracterizados por olas de saqueos e incendios de todo bien público, como privado, nos lleven a inferir que su origen radique en una fuerza oculta, muy lejana a la democrática, y cercana a los siniestros planes de los regímenes integrantes del Foro de Sao Paulo, actualmente en retirada.
Ese tenebroso interregno de tiempo, del cual pudimos librarnos después de 14 años, gracias a la bravura de nuestro pueblo, aún subsiste en Venezuela y Nicaragua, después de dos décadas, bajo el mendaz argumento del racismo o una supuesta deuda social de hace quinientos años, que se nos gravó abusivamente, y es todavía el argumento utilizado para desestabilizar los únicos bastiones del Estado de Derecho.
En efecto, mientras nuestro gobierno transitorio trata denodadamente de unir las piezas de una república despedazada por una gavilla de cocaleros e indígenas racistas, sustentados por los cárteles del narcotráfico y por un grupo de gente ignara que funge de mayoría en el Congreso, desde la vecina Argentina amenazan con incendiar nuestro país y sentar las bases de una nueva cleptocracia.
O somos demócratas, y nuestras reglas del juego político apuntan al renacimiento de nuestra república boliviana, bajo los valores y tradiciones que heredamos de nuestros padres fundadores, o nos resignamos a caer nuevamente en las redes de esos bandidos que, vestidos de demócratas, sólo nos llevarán al desquiciamiento social y a la más lamentable ignominia.
Baste recordar a los candidatos que nos proponen para las próximas elecciones, como ese exministro de las alfombras voladoras que, aun disponiendo de miles de millones de dólares por concepto de nuestras exportaciones, nos embarcó en una deuda externa que representa el 48% del PIB, y su anecdótico acompañante, el lector de arrugas faciales, promotor de la papalisa como milagroso afrodisiaco, y cuya única tarea fue hacer girar los relojes al revés.
No es pues extraño que, apenas se supo de la decisión del jefazo, la Federación de Campesinos Túpac Katari haya rechazado terminantemente dicha orden, por más que ésta provenga del “hermano Evo Morales”, añadiendo: “que se encuentran muy sorprendidos por el hecho de que un hermano indígena deba apoyar a un Q´ara, acto que consideran como una verdadera traición”.
Ante semejantes muestras indiscutibles de democracia, que bien podrían servir de apoyo a las resoluciones que sean tomadas en la actual Cumbre hemisférica de lucha contra el terrorismo que se lleva a cabo en Colombia, es bueno destacar las indiscutibles divergencias entre el Chapo Guzmán y Montesquieu.
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