La vocación de paz y el espíritu conciliatorio deberían guiarnos, en unidad de kollas y cambas, en esta etapa de transición gubernamental, difícil y complicada, para reanudar las tareas concernientes a la construcción de un Estado moderno, con libertad, inclusión y justicia social, en democracia.
Bolivia, que sepamos, jamás había vivido una situación de confrontación política fratricida, con muertos, heridos y atentados contra los bienes públicos y privados, como en noviembre pasado.
Entonces la ciudad más damnificada resultó La Paz: sede de gobierno. Se la privó de alimentos, de gas y gasolina. Quisieron asfixiarla quienes pretendían perpetuarse en el gobierno mediante el escandaloso fraude electoral. Recordemos que El Alto y la hoyada consumen alrededor de 600 toneladas diarias de alimentos (1).
El propósito, por consiguiente, es seguir trabajando, con la firme intención de siempre, en la histórica perspectiva de consolidar la unidad del pueblo boliviano, la profundización de la democracia y la vigencia de las libertades ciudadanas, como una respuesta a los gratuitos detractores del proceso de transición gubernamental, que culminará con las elecciones generales y transmisión de mando, próximamente.
Nunca se debería permitir, en este propósito, actitudes de retroceso, que desbaratarían, de una manera calamitosa, las conquistas logradas en las heroicas jornadas de resistencia, durante el funesto mes de noviembre, reciente.
“Ordenar la casa” a fin que el próximo gobierno, que surja con la “bendición” de la colectividad sufragante, sea cual fuere su tinte político, tome las riendas del Poder, con ganas de trabajar por el bien común. Con la predisposición para encarar los problemas sociales y económicos, pensando siempre en el bienestar nacional.
La disyuntiva, donde se deben imponer el coraje y la decisión, será, en todo caso, la reconstrucción nacional. Asimismo emprender nuevos desafíos con el objeto de ofrecer pan, techo y libertad a los ciudadanos de a pie.
En ese afán la presidenta constitucional, Jeanine Áñez Chávez, se ha rodeado con gente profesional, que conoce la realidad nacional. Con gente versada en su materia. Ello es bueno y saludable no solo para su autoridad sino para Bolivia en particular. Por lo visto, la dignataria de Estado nos dejará un país en orden. Hecho que redundará, obviamente, en beneficio de los futuros gobernantes.
Entre sus colaboradores hay una señora aymara de pollera. Esta vestimenta encierra un valor cultural enorme. Prueba de ello es que bellísimas damas, con formación académica inclusive, visten ese atuendo para presentarse en las fiestas populares. Y lo hacen con orgullo, desde luego. Dicen, por ahí, que la pollera representa la riqueza económica.
En suma: el futuro de Bolivia está en nuestras manos.
(1) “Abastecimiento de productos a La Paz y El Alto es insuficiente”. EL DIARIO, La Paz – Bolivia, noviembre 22 de 2019.
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