Bolivia tiene un rico historial en lo que se refiere a gobiernos de doble poder. Por ejemplo, los casos de MNR-COB, Torres-Asamblea Popular, Mesa-Parlamento, etc. Sin embargo, esos casos políticos no fueron examinados a fondo, excepto en algún estudio de René Zavaleta y algún otro escritor.
Al presente, con motivo del levantamiento popular de noviembre pasado, para derrocar al gobierno de Evo Morales, se ha producido un nuevo caso de gobierno de doble poder, un cogobierno formado por pequeños partidos políticos moderados, en alianza con el partido de Evo Morales (MAS), tomando en cuenta que el MAS, pese a ser destituido del poder en noviembre, no abandonó y se quedó en el Poder Legislativo y grandes espacios de los poderes Judicial, Electoral e inclusive el Ejecutivo.
En esa forma, el 12 de noviembre de 2019 nació un nuevo Gobierno, el “Gobierno de transición de doble poder”, formado por dos fuerzas: partidos menores representados por Jeanine Áñez, por un lado y el MAS de Evo Morales, por otro. Ese doble poder impuso la sucesión presidencial de acuerdo con la Constitución y no por mandato de la insurrección triunfante que buscaba un gobierno provisional de notables, sin participación de partidos políticos y mucho menos del partido derribado por la insurrección. En esa forma, esos grupos partidarios y el MAS se repartieron (o cuotearon) el poder político del Estado y establecieron el poder dual o cogobierno.
En su desarrollo, dentro del Gobierno dual el MAS adquirió hegemonía y propuso diversas medidas para quedarse en su cuota de poder, así como sancionar el Proyecto de ley del “perdonazo” para todos los ex funcionarios denunciados de corrupción del gobierno caído y, enseguida, otro Proyecto de ley por el cual consideraba que debía quedarse en el poder hasta que se realizase la elección de un nuevo gobierno, elecciones que estarían bajo su administración y control del Órgano Electoral. Esa prolongación en el gobierno serviría para asaltar oportunamente la toma de todo el poder.
Así, el MAS ocupando parte del gobierno, -manejado por teléfono por Evo Morales desde Buenos Aires-, siguió gobernando al país y su jefe dando órdenes a su fracción en el Gobierno de transición para dictar leyes de su inspiración política, aprovechando, a la vez, la inexperiencia e ingenuidad de la fracción paralela gobernante, presidida por Áñez.
En esa forma, el gobierno provisional quedó formado por dos fuerzas, aunque en su seno existían grandes contradicciones y, por tanto, una verdadera lucha entre ellas por el poder total del gobierno. Esa situación facilitó a que el MAS lleve la iniciativa y así fue ganando posiciones y debilitando al grupo contrario, que solo atinaba a defenderse con métodos formales y, finalmente, acudir al apoyo de las Fuerzas Armadas y la Policía, convertidas en tabla de salvación del momento. Entre tanto, la opinión pública, desengañada por el equivocado curso del proceso se neutralizó y replegó. Las grandes masas que actuaron en noviembre, si bien no pasaron a la oposición, dejaron de respaldar al gobierno del doble poder y plantearon la consigna “Ningún apoyo al gobierno de transición”.
El sector inoperante del Gobierno provisional estaba defeccionando y abandonando la grandiosa insurrección de noviembre y su debilitación significaba el fortalecimiento del sector restaurador de la dictadura masista.
Ese estado de cosas terminó por debilitar al sector “añista” que, en presuntas transacciones, terminó fortaleciendo al sector masista, al promulgar la Ley de Prórroga del MAS en el gobierno por siete meses más, a cambio de aceptar el veto a la Ley del “perdonazo”, dictar feriado nacional el 22 de enero, etc., todo a título de no crear “vacío de poder” y otras engañifas.
Así terminó la primera etapa de ese proceso de vida del Gobierno de transición. Su resultado general es que el sector vacilante del Gobierno dual vendió su alma al diablo y entonces entregó casi la totalidad del poder al MAS, partido que debió dejar todo el poder el 23 de enero, ya que había sido derrocado del gobierno por la gran insurrección popular de noviembre.
En esa forma, el MAS retomó el casi absoluto control y propiedad del poder político y el sector vacilante quedó aislado. Faltaba muy poco para que toda la plenitud del poder pase a manos del partido expulsado ignominiosamente del poder tres meses atrás por una gloriosa insurrección, lo cual tal vez podría calificarse como traición. El grupo indeciso del gobierno del doble poder quedó, abierta y definitivamente, como auxiliar de la contrarrevolución que de la defensiva pasó a la ofensiva. No sólo no aprovechó para quedarse con todo el gobierno, sino que prorrogó al MAS en el poder, al mismo tiempo que también lo consolidó y le dio paso para que tome todo el poder (del que había sido expulsado).
La insurrección nacional de noviembre contra el MAS no es un proceso terminado, ni muchísimo menos. Hasta el momento se ha realizado en alto porcentaje, sí, pero solo está en medio camino debido a que la lucha por el poder en el Gobierno provisorio no ha concluido, ni se ha cumplido el programa del levantamiento de noviembre, de una Junta de gobierno y la convocatoria a una Asamblea Constituyente. Por tanto, se podría producir una segunda etapa del proceso abierto en noviembre que culmine con la eliminación del doble poder y exista un solo poder que conquiste los objetivos del movimiento insurreccional popular de noviembre.
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