Superluchín y el último inca

Fiel a su estilo vertical y autoritario, el caudillo cocalero impuso a control remoto, desde tierras argentinas, el binomio del MAS, conformado por su exministro de Economía, Luis Arce Catacora y el autoproclamado “último inca”, David Choquehuanca.

A pesar de los reclamos y el malestar que ocasionó en filas del bloque social denominado “pacto de unidad” que postulaba a Choquehuanca y al cocalero Andrónico Rodríguez, el MAS de Buenos Aires dio su bendición a la dupla elegida; haciendo entrever que Morales junto a su camarilla de “blancos sanos” constituyen la élite que manda en el interior de ese partido.

Arce, también conocido como “superluchín” por algunos infortunios divulgados en su momento, tendrá que lidiar con el descontento y reticencia generada en el interior de los grupos, movimientos y organizaciones sociales que, como es natural, prefieren tener un candidato indígena en la presidencia y no así a un blancoide aventajado de clase media ascendente.

Por otro lado, deberá afianzar su imagen en el interior de las bases masistas, que no ven con buenos ojos la decisión “a dedo” desde el extranjero, logrando tal designación gracias a su proximidad con Morales y la élite privilegiada asentada en la Argentina, quienes consideran que esta dupla es una mezcla de conocimiento científico y conocimiento originario milenario.

Choquehuanca, autor de la propuesta política del “Vivir bien” y artífice de la conformación original del MAS, encarna al candidato predilecto del sector indígena y los movimientos sociales. También estuvo vinculado por varios años al Ministerio de Relaciones Exteriores, cuyo desempeño no fue de los mejores, además de estar plagado de una serie de incómodas frases y anécdotas pintorescas.

Resalta de sobremanera su autoproclamación como el “último inca” y descendiente directo de esta casta privilegiada del periodo precolombino. Hábilmente procuró construir genealogías equívocas para sustentar semejante disparate. Entre otras frases alocadas, planteadas por este insigne personaje, se encuentra su tesis acerca del sexo de las piedras; el consumo de papalisa que posee los mismos efectos del viagra, la sustitución de la leche por el consumo de la coca en la alimentación de los niños; para aprender, basta con ver las arrugas de los abuelos y no es necesario leer libros; además de la instalación del famoso “reloj del sur”, cuyas agujas giran en sentido contrario para retornar al paraíso precolombino.

Lo cierto es que Arce es el candidato de la burocracia y representa a los “blancos sanos”, mientras que Choquehuanca otorga la imagen indigenista identitaria tan necesaria para asegurar la votación en las áreas rurales. Esta simbiosis maquinada por los ideólogos del círculo cercano al autócrata no es original, pues copia la receta ya aplicada por el MNR de Gonzalo Sánchez de Lozada, quien tuviera como su acompañante al indígena aimara, Víctor Hugo Cárdenas, en el periodo presidencial 1993-1997.

Pero como nada es infalible, la elección de ambos dinosaurios, en desmedro de las generaciones jóvenes del masismo emergente, no contempla otras variables que de seguro contrapesarán negativamente a sus aspiraciones. Basta con apreciar el resquebrajamiento de las falacias del “milagro económico boliviano” -hábilmente maquillado y exageradamente sobredimensionado-, pues da cuenta de graves irregularidades y manejo displicente del tecnócrata farsante que evidencia un peligroso y catastrófico 9% de déficit fiscal. A su vez, el “sabio indígena” actúa y habla sabiendo lo que gusta ver y escuchar a los financiadores “occidentales” y que le han permitido “vivir bien”, pero también contribuyó -con sus devaneos- a la imagen de exportación de lo que es el “indígena”, reforzando estereotipos de aquello exótico y opuesto a lo europeo.

El autor es MGR. Docente e investigador - UMSS - Cbba.