En épocas de las vacas gordas, o sea cuando los hidrocarburos generaban importantes ingresos a favor del erario nacional, fueron ejecutadas algunas obras y erigidos, asimismo, elefantes blancos, en desmedro de la economía nacional. Y no faltaron las empresas deficitarias, que significaron una carga para el Estado boliviano.
Se despilfarró dineros, sin prever el futuro. Muchos nuevos ricos surgieron, aprovechando esa coyuntura, como nunca se había visto en la historia patria. Ni en las dictaduras militares más nefastas se habían originado hechos de esa índole. Pero en Democracia, de los últimos 14 años, con tres gestiones consecutivas, sí.
Mientras los sectores populares, de las ciudades, de las provincias y del campo, que respaldaron con su voto a quienes se fugaron del país, no lograron superar, pese a la bonanza de que tanto se habló en el pasado reciente, las difíciles y angustiantes condiciones de vida. Continúan ajustándose los cinturones, a fin de sobrellevar las adversidades del cotidiano vivir.
En tiempos de austeridad, o en los días marcados por las limitaciones económicas, porque aún no se respiraba el boom de los hidrocarburos, difícilmente se podía encarar obras. Pero se hizo todo lo que se pudo, con recursos propios y la asistencia externa. Y se ha integrado, por decir un ejemplo, el oriente y occidente, con carreteras bien hechas. Con ello se ha procurado promover, ante todo y sobre todo, el cambio, ese objetivo de interés común.
En esos años no hubo posibilidad de entregar la variedad de bonos que hoy existe. Pero surgió, en la década de los 70, en el gobierno de Hugo Banzer Suárez, el Bono Patriótico. Posiblemente fue el primer bono que se haya entregado entonces. Posteriormente, es decir en los albores del Siglo XXI, se hizo efectivo el Bonosol, de Gonzalo Sánchez de Lozada.
En este marco, hubo esfuerzos por construir un mundo mejor, acorde con los tiempos que se imponían. Se trataba de distribuir lo poco que teníamos, a todos quienes vivían en el territorio nacional, sin distinción alguna. Fue una actitud que enriqueció las páginas de la política social boliviana.
Si alguien hizo obras, en hora buena. Los hombres pasan, las obras quedan. “Obras son amores y no buenas razones”, señala el proverbio.
Obras que fueron ejecutadas con recursos propios de los bolivianos. Nadie puso de sus bolsillos ni recurrió a sus ahorros personales. Tan sólo administraron, en su mayor parte, aquellos recursos económicos que provenían de la exportación de nuestros hidrocarburos, a países vecinos.
Es que jamás se había visto, en más de 190 años de vida republicana, una situación económica como la que ha permitido al anterior gobierno malgastar, inclusive, a manos llenas. Entonces con dinero suficiente ofrecieron bonos, compraron conciencias, compraron votos e hicieron el fraude electoral, el 20 de octubre pasado.
En suma: nuestros hidrocarburos hicieron el milagro de inyectar grande cantidad de dinero a las arcas fiscales, pero lo derrocharon, alegremente, a título de proceso de cambio, quienes se escaparon.
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