En la última década del Siglo XX, en una de mis notas de opinión en estas mismas páginas de EL DIARIO, Decano de la Prensa Nacional, sostuvimos que este Siglo XXI sería el siglo de la mujer y ciertamente ese juicio se va haciendo realidad en todos los campos del quehacer humano.
La mujer a través de los siglos, desde los principios de la historia, fue considerada como un ser inferior al varón, y fueron las distintas religiones que como basamento cultural establecieron esa inferioridad, relegándola a la función reproductiva y atención del hogar, aunque en la antigua Grecia algunas corrientes filosóficas, como la del “estoicismo” y la “ius naturalis”, hablaron de la igualdad de los seres producto de la naturaleza.
Algunos importantes filósofos en su pensamiento dudaron de la inteligencia de las mujeres, como Arthur Schopenhauer que sentenció: “las mujeres son seres de cabellos largos e ideas cortas”. El antiguo testamento le da a la mujer la categoría de hija del marido, aunque el cristianismo la reivindica, pues todos, sin distinción alguna, pueden acceder a la gloria de Dios.
Ha sido desde el Siglo XIX que comienzan los movimientos de reivindicación de los derechos de la mujer, tanto en el campo de derechos civiles como laborales, habiéndose constituido su lucha como una de las gestas por los derechos humanos. Como resultado de esas luchas, obtuvo el derecho al voto como electora y luego a ser elegida.
En nuestro país, el gobierno de Gualberto Villarroel dio a la mujer el derecho a votar y ser electa en las elecciones municipales, luego la Revolución Nacional le dio todos los derechos y obligaciones con el voto universal. Ya antes los gobiernos liberales abrieron definitivamente el acceso a la educación a las mujeres, con la creación de los liceos, aunque ya antes accedieron a la educación inicial. La primera mujer abogado fue Josefa Saavedra, que se destacó también en la cátedra universitaria y otras en bioquímica y farmacia.
La primera mujer que recibió un Premio Nobel de Física (1903) y en 1911 el de Química fue madame Curie, a la que le siguieron otras en diversas ramas del saber. En este tiempo las mujeres están presentes en todas las actividades humanas, del arte, la ciencia, la actividad sindical, política, religiosa, militar, etc., se ha incorporado aun en actividades de destrezas físicas y hasta violentas, como boxeo o luchas corporales. No hay actividad en la que no estén presentes con méritos propios.
En la actividad política de nuestro país, hemos tenido ya a una mujer presidente de la República, Lydia Gueiler Tejada, aunque por sucesión, pero ahora en este tiempo de emergencia política ciudadana, en la que se echó del poder a una corriente hegemónica que gobernó el país por casi catorce años consecutivos y pretendía el poder “por siempre”, la presidente Jeanine Áñez, que accedió a la presidencia por mandato constitucional debido a la renuncia y abandono de la presidencia del caudillo populista y su grupo de poder, ante la posibilidad de la peligrosa dispersión de voto por la presencia de varios candidatos contrarios al populismo, ha presentado su candidatura (constitucional) para las elecciones de mayo próximo, que puede ser de unidad democrática frente al populismo-socialista.
En estos más de 70 días de ejercicio de la presidencia, la señora Áñez ha demostrado cualidades destacables, en especial en momentos de convulsión y peligro no solo para la democracia, sino para la vida misma de la sociedad boliviana, amenazada por la violencia desatada por fuerzas oscuras internas y externas, que pretendieron llevarnos a la conflagración fratricida.
La ciudadanía que ha luchado por la vigencia de la democracia como sistema de gobierno y de vida en sociedad, tiene ahora que escoger entre algunos permanentes y perdidosos candidatos de los últimos tiempos, (algunos ya fueron presidentes), y se nos presentan con sus rostros adustos, pletóricos de soberbia, con aires de salvadores, o la mujer presidente de un gobierno transitorio, que con una sonrisa permanente hace gala de simpatía, invoca la unidad de los bolivianos y la voluntad firme para gobernar ajustada a las leyes y que pueda lograr los votos ciudadanos que derroten al populismo agazapado detrás de la democracia, que cuando estuvo en el poder impuso un régimen autoritario, de confrontación, división, represión, despilfarro y corrupción.
Que el pueblo esta vez no se equivoque, pues los errores del pueblo suelen tener altos costos en todos los órdenes.
El autor es abogado, politólogo y escritor.
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