Álvaro Numbela Tejada
En el momento actual de la vida política, los partidos políticos tradicionales que tienen conflictos limitados necesitan comprender que la sociedad boliviana es un indispensable regulador de los movimientos sociales, muy semejante a un inmenso océano, donde las visiones se cruzan y se entrecruzan para neutralizarse, permanentemente.
Los partidos tradicionales que aparecen en la escena electoral de 2020 ofrecen sus siglas, buscan a los jóvenes, dicen tener grandes adhesiones y prefieren definir a sus candidatos entre gallos a media noche, se tiene un soberano que exige en las calles conformar un solo Frente para seguir en las salidas útiles que precisa la sociedad.
¡Ciertamente que no se ha visto un trabajo semejante! Al contrario, se prefiere un trabajo poco numeroso de notables que encarnan perfectamente un individualismo egoísta y odioso. Claro está que así, estos partidos políticos pelean entre sí, malgastando energías que podrían servir mejor al Bien Común o el necesario perfeccionamiento de las formas de organización político social. En este sentido, de manera sencilla y sin pérdida de tiempo, se debe proceder a la redacción de un Programa Común de Gobierno, que es la manera práctica de hacer la Unidad en Bolivia. Invitando -sobre todo- a la adhesión de todas las fuerzas verazmente democráticas a unirse.
LA APARICIÓN DEL SOCIALISMO
La irrupción de partidos de masa en la escena electoral de Bolivia nos muestra la presencia de otro tipo de partido que organiza y expresa sus intereses específicos. Su principal característica -de este tipo de partido de masa- es rechazar a los partidos tradicionales que abundan en Bolivia. El Movimiento al Socialismo (MAS) conforma una comunidad humana, profundamente diferente a los partidos de cuadro descritos precedentemente.
Consecuentemente, si los partidos de masa tienen aquella ventaja dentro de la arena democrática, el MAS podría tender a formar políticamente a sus cuadros para tener, de entre ellos, elites de dirección y de administración. Las reuniones regulares u orgánicas de los sectores que le conforman tendrían que ser verdaderos cursos de reivindicación política. Les hace falta la educación cívica de sus adherentes, para evitar fundamentalmente aquello que ellos llaman la “resistencia activa”.
El MAS ya tendría que presentar candidatos obreros independientes, trabajadores de la coca fuera de la tutela de líderes. Para lograr todo eso tendrían que tener un financiamiento colectivo diferente del modo capitalista, una cosa semejante a aquello que hacen los productores de coca de los yungas de La Paz; quienes tienen muchos adherentes, que pagan periódicamente una cotización, que alimentan sus cajas electorales de partido y financian su propia publicidad, con cajas fuertes precariamente instaladas en su sede. Lo que requiere de una organización paralela rígida de secciones, reagrupadas en federaciones. Así los productores de la hoja de coca tendrían un verdadero aparato de Estado, con la separación de poderes: Un poder jurisdiccional encargado a la comisión de conflictos; un poder ejecutivo atribuido al Comité Director, y un Poder Legislativo a un Consejo limitado de personas.
Caramba, qué bonito es un Régimen de Derechos, donde la participación de los ciudadanos se extiende.
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