El funcionamiento al revés del reloj de la plaza Murillo, el centro geográfico y político del país y punto de referencia de la hora para toda la ciudadanía boliviana, es la prueba más elocuente de la forma absurda con que se manejó el país en todos los sentidos, durante los catorce años de gobierno de Evo Morales y su partido, el MAS.
Ese reloj no solo puso a marchar el tiempo en sentido contrario al movimiento del universo, sino también de la lógica elemental y del desarrollo histórico de la nación boliviana y, en forma más concreta, del sistema económico democrático al sistema feudal y aún esclavista y comunitario. En síntesis, del presente al pasado.
La absurda decisión fue realizada por Evo Morales y su canciller David Choquehuanca en forma conjunta y tan grande fue la sorpresa que produjo, que provocó una especie de parálisis mental en la ciudadanía, que no le ha permitido reaccionar hasta el presente.
El hecho de hacer marchar dicho aparato al revés de la lógica universal no solo fue un absurdo personal, sino del partido gobernante que respaldó el error y no permitió que sea corregido. Es más, constituyó una ofensa a la inteligencia al pueblo boliviano e inclusive un reconocimiento de la estupidez de sus autores.
Hacer funcionar ese reloj del Órgano Legislativo, referente cronológico a nivel nacional, representa la ilógica de la política populista que imperó en el país. Así mismo, fue expresión de la mentalidad política de sus autores.
En efecto, ese absurdo, en sentido físico, reflejó en la mente de sus autores la falsa idea de que el mundo y la historia marchan hacia atrás, del presente al pasado, de la civilización a la barbarie, idea de la mente arcaica de Morales y Choquehuanca que tenían la creencia de que la sociedad humana retrocede de la civilización a la época de las cavernas o que el planeta tierra no gira en sentido lógico, sino orlógico, o sea al revés de las manecillas del reloj del universo.
En la misma forma que se pensaba en ese sentido, los genios que incubaron esa idea aseguraban que la sociedad no evoluciona sino involuciona. Eran partidarios de la involución de las corrientes filosóficas más primitivas. Tanta fue esa audacia irracional que esa forma de pensar fue introducida en la Constitución vigente sin el menor escrúpulo. Su meta política es retroceder a la organización del ayllu de hace diez mil años, desconocer la tecnología, retroceder del tractor al arado de palo, vestir taparrabo, recular al sistema de justicia de ojo por ojo, diente por decir, por decir lo menos.
Pero, lo más notable de este monumental absurdo -que produjo una carcajada homérica en el mundo entero- está en que la ciudadanía al parecer se ha acostumbrado a la burrera masista y no percibe la realidad del tiempo y estaría dispuesta a retroceder a la prehistoria y no avanzar al futuro. Es más, autoridades nacionales, senadores, diputados, gobernador, alcalde, jefes de partidos, etc. que pasan varias veces al día al pie del monumento contra reloj del Poder Legislativo, no perciben los hechos y en vez de ordenar corregir esa falsedad deliberada, pasan con indiferencia, algo así como aceptando el absurdo y sometiéndose a sus deseos. Se podría suponer que si piensan mal en cuanto al tiempo al revés que señala el reloj de la Plaza Murillo, también piensan mal en política.
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