Clepsidra
Hace 41 años, Bolivia se debatía en una crisis política (cuándo no) de muy alta intensidad, debido a la transición de un gobierno dictatorial que quiso alargar su mandato a través de unas elecciones probadamente fraudulentas, llamadas a encumbrar en el poder a Juan Pereda Asbún, testaferro del presidente Hugo Banzer. Ante el rechazo de la opinión nacional e internacional, dichos comicios tuvieron que ser anulados y, dos días después de la anulación de esa travesura, el candidato no tuvo mejor alternativa que organizar un golpe de estado contra su mandante y/o mandatario, a quien derrocó un 21 de julio de 1978, para ejercer la Presidencia por algo más de tres meses, y ser igualmente derrocado luego, por el Gral. David Padilla, un 24 de noviembre de ese mismo año.
Intuyendo la precariedad de su gobierno, como el de sus antecesores, Padilla convocó a elecciones presidenciales el 1 de julio de 1979, donde el candidato izquierdista Hernán Siles Zuazo obtuvo la primera mayoría relativa, con apenas 1512 votos de diferencia con Víctor Paz que fue segundo, empero sin obtener la mayoría absoluta que le permitía la elección directa, correspondiendo entonces al Congreso dicha tarea, tal como mandaba la Constitución Política del Estado.
Esa decisión fue como arrojar una salchicha a una perrera, pues el Congreso, sin lograr un acuerdo, aprobó la famosa salida alternativa haciendo, por un solo año, presidente Constitucional Interino a Walter Guevara Arce, a la sazón presidente del Senado, con el encargo de convocar a elecciones ese mismo año de 1980. De esta manera, Padilla transfirió el poder a Guevara el 8 de agosto de 1979.
Como estuvo previsto por los adversarios de Guevara, y antiguos compañeros de partido, muy pronto el embrujo de la silla presidencial ocasionaría el ponzoñoso efecto del quedadizo, y Guevara adujo que un año no era suficiente para organizar las elecciones, proponiendo hacerlo en dos, argumento que echó por la borda su gobierno y generó el retorno de las FFAA con el Cnel. Alberto Natusch, por sólo 16 días, pues un Congreso que no fue disuelto por un gobierno que no quiso pecar de golpista, halló la inédita salida de llevar a su presidenta, Dña. Lidia Gueiler, a la presidencia de la nación, para reencauzar las elecciones de 1980.
Como señalamos líneas arriba, la escasa diferencia existente entre el Dr. Siles y el Dr. Paz fue una clara señal de que el país estaba totalmente polarizado y que, por encima de sus fuerzas políticas, ya existían aquellas fuerzas encarnadas en una izquierda castrista delirante; un naciente narcotráfico y las infaltables FFAA.
En esas condiciones, nuevamente surgió el fantasma del golpe de estado, con el Gral. Luis García Meza a la cabeza; luego el de Celso Torrelio; y finalmente, el del Gral. Guido Vildoso que, en 1982, terminó entregando el poder al ganador de las elecciones de 1980, Dr. Hernán Siles Zuazo.
En esta breve reseña histórica hemos querido resaltar las típicas semejanzas entre los acontecimientos que devinieron de la dictadura de la década de los setenta, y aquellos que surgen del despotismo que acaba de dejar el poder, después de 14 años, procesos que llegaron, de igual forma, a manos de una mujer, llamada a enmendarlos en medio de raras, como extrañas coincidencias.
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