Una mirada a los políticos

Los políticos representan una determinada época y una tendencia ideológica. Obviamente que la figura de ellos quedará grabada en la retina de amigos y enemigos, por sus arengas cargadas de mentiras y calumnias. Éstas quedarán resguardadas en las hemerotecas, para que algún día el estudioso las remueva, con fines lícitos o ilícitos.

E indudablemente que marcaron, en su trayectoria, avances y retrocesos, logros y frustraciones, caídas y levantadas, lealtades y deslealtades, que siempre serán temas de controversia. Pues éstos configuran la historia política, que se estudia en centros de educación superior.

Pobres en el llano, sin un traje algunos para tomar posesión de un cargo en la administración pública. Con la familia que supervivía gracias a la solidaridad de personas con elevada sensibilidad social. Pero ricos en el gobierno. Ya percibían un haber mensual y otros pluses. Con queridas exigentes y engreídas. Los obsequios para ellas tendrían que ser acorde a sus status social.

Ellos, como cualquier mortal, tenían sus falencias. Incumplían, inducidos por intereses mezquinos, los compromisos adquiridos, ante la historia y los hombres. Incurrían en hechos de dudoso origen. Manipulaban procesos electorales con la intención de perpetuarse en el Poder. Conculcaban los derechos humanos y amordazaban a la prensa independiente. Mataban y pisaban. Entonces perdían credibilidad y popularidad. Se deterioraba la imagen de los políticos, por lo anotado, ante la ciudadanía que había apostado por ellos. Y parecía que el discurso que manejaban ya no tenía resonancia y pasaba a un segundo plano.

Los políticos pasan, pero los pueblos quedan. Éstos, las más de las veces, divididos y confrontados, atemorizados e intimidados, por actitudes regresivas, que asumían los referidos. En las mismas condiciones que antes, porque aquéllos hicieron poco o nada en la búsqueda del cambio. “Por sus frutos los conoceréis”, dice la sentencia bíblica. Ciertamente a los políticos se los conoce por sus “frutos”.

No solo los militares matan, sino también los civiles. No solo se ha matado en dictadura, sino también en democracia. Sería oportuno hacer un recuento del número de muertos en democracia. Pero tomando como punto de partida el 10 de octubre de 1982, fecha de la restitución del sistema de libertades en Bolivia.

Algunos que creían ser los “enviados” no hicieron otra cosa que buscar protagonismo, a costa de la pobreza del pueblo. La posteridad dirá su última palabra acerca de quienes actuaron de esa manera.

Pero otros, dignos ciudadanos y patriotas, ofrendaron su sangre por el bien común. Lo hicieron en la búsqueda del cambio, que siempre ha generado expectativas. Tratando de viabilizar el engrandecimiento nacional, con pan, con techo e inclusión social, en libertad. No es necesario mencionar nombres, porque la historia lo dice todo. Y porque viven en la memoria de la ciudadanía.

En suma: he ahí una mirada a los políticos de siempre.