El gobierno del MAS, dirigido por Evo Morales, expulsado del poder por una insurrección popular nacional hace tres meses, estuvo inspirado en la ideología populista que se basa en la discriminación y el racismo, así como en la idea de que la sociedad no evoluciona adelante, sino involuciona, o sea que marcha de adelante hacia atrás, retrocede de la democracia al esclavismo, del progreso a la barbarie, etc. Es decir, de la comunidad al ayllu y a la justicia del ojo por ojo, diente por diente, del linchamiento.
Ese populismo se caracterizó también por desconocer la lógica elemental, la ética, la estética, los valores morales, los principios e ignorar la ley de la evolución social y de las especies. La prueba objetiva de esa mentalidad absurda está en que puso en funcionamiento las manecillas del Reloj de la plaza Murillo en sentido contrario al orden natural, o sea de derecha a izquierda y quiso hacernos creer que eso era lo correcto.
Pero no solo quiso imponer esas ideas poco menos que cavernícolas, sino también propuso engañar al pueblo boliviano con una Constitución y leyes tramposas, única forma de mantenerse en el poder en forma indefinida. Tal es el caso de una medida electoral, por la cual la minoría gobierna a la mayoría, medida antidemocrática, según la cual el 30 por ciento de la población del país tiene el 50 por ciento de las bancas parlamentarias, mientras el 70 por ciento solo la otra mitad, con el agravante que tiene dos tercios de los votos para hacer y deshacer lo que le conviene. ¡Y a eso llamaba democracia!
Por eso es oportuno observar que ese sistema electoral arcaico y absurdo no solo fue establecido por el prófugo de Buenos Aires, sino también por sus aparceros del Foro de San Pablo, sus socios de Venezuela y Cuba y elementos comunistas, maoístas e izquierdistas de toda laya, que han desaparecido y que gozaron de grandes beneficios en embajadas, ministerios, presidencias de empresas públicas, etc. y que, además, aún siguen en sus cargos.
Ese problema electoral no queda ahí. Subsiste con agravantes. En efecto, esa actitud de discriminación y racismo, de favorecer a la minoría campesina con la mayoría en el Parlamento, se pondrá tal vez en aplicación en las próximas elecciones de mayo, bajo el gobierno de transición del doble poder y, por tanto, se mantendrá la vigencia de esa injusticia social, esa aberración lógica en absoluto inaceptable.
Dicha medida antidemocrática del desgobierno de Evo Morales pudo haber sido eliminada por el Gobierno de transición actual, reformando o cambiando la Constitución en vigencia mediante la formación de una Asamblea Constituyente que ponga las cosas en el orden democrático que exige el pueblo boliviano. Pero, como al presente la historia de Bolivia avanza por el lado malo, es posible que en las próximas elecciones vuelva a aplicarse esa disposición racista, según la cual la minoría gobierna a un pueblo.
Se debe insistir en que esa diferencia de cantidad de parlamentarios en las Cámaras es racista y discriminatoria, o sea que el gobierno de Evo Morales la aplicaba contra todo lo que afirmaba. Por tanto, el único que cometía en el país esos delitos era el mismo Evo, que hoy dice en Buenos Aires que en Bolivia hay discriminación y racismo.
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