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A media mañana del 4 de febrero de 2020 el juez penal Sixto Fernández acabó la lectura de la sentencia que tenía en las manos y dejó de existir el mayor juicio penal de la historia de Bolivia. Durante casi una década ese juicio, al que llamé “juicio del siglo”, en Bolivia, por sus implicaciones, desde magnicidio hasta separatismo.
También llegó a su final casi una década de zozobra para decenas de familias, principalmente cruceñas, a las que el proceso puso en un vilo desgraciado sin precedentes en la historia boliviana. Todas respiraron aliviadas de la conjura que había puesto en jaque al oriente boliviano cuando mejor se vislumbraba el brillo de un crecimiento que ha llevado a su economía a ocupar, en valor, el primer lugar del país.
Hace unos cinco años, poco antes de abandonar el país, rumbo al exilio, Marcelo Soza dijo en una conversación que le era grabada: “¡Se cae el caso terrorismo y se cae el gobierno!”.
¿Por qué habría de caer el gobierno que, hasta entonces, era el de mayor fuerza popular registrado en Bolivia junto al MNR?
Soza, como fiscal del caso, sabía de qué hablaba, pues conocía como muy pocos los rincones más oscuros del trabajo que realizaba y ese conocimiento le permitía semejante aseveración.
Su vaticinio resultó impreciso. Primero cayó Morales y solo semanas después se derrumbó el caso terrorismo. Morales huyó a México, desde el Chapare, donde había ido a refugiarse el 10 de noviembre.
El expediente del caso terrorismo se cerró hace poco menos de una semana dejando muchos flancos oscuros y aún no esclarecidos.
Veamos algunos: Morales viajó a Irlanda, para entrevistarse con la familia de uno de los jóvenes masacrados en el Hotel Las Américas, pero nunca reveló sus conversaciones con detalle.
Lo cierto fue que nada consiguió. Más bien dejó la pregunta sobre si se trató de un viaje investigativo o de una travesía de placer hacia un país que no conocía pero que, por el caso terrorismo, su nombre era repetido con frecuencia en Bolivia.
Entre muchas preguntas que aguardan respuesta:
¿Quiénes más participaron en la matanza? ¿Quiénes fueron los extranjeros y quién ordenó que vinieran? ¿Cuál fue la verdadera razón para el crimen? ¿Qué ganó Evo Morales con tan horrenda masacre? ¿Qué ganó su partido? ¿Qué cooperación internacional tuvo? ¿Hubo mercenarios de Venezuela o de algún otro país? ¿Quiénes articularon toda la conjura? ¿Por qué la insistencia en involucrar al general (r) Gary Prado Salmón? ¿Venganza por la derrota de Ernesto Guavara en la guerrilla de 1967? ¿Ordenada por quién?
Las preguntas se multiplican como “ríos de pie” ahora más que nunca ante la posibilidad de encontrar respuestas quizá muy pronto.
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