Joaquín Saravia Calderón
¿Qué pasa dentro de la cabeza de nuestros políticos que la mayor parte de las veces toman decisiones inesperadas, absurdas y agraviantes? Una de las formas para saberlo es efectuando un rastrillaje de su mente apelando a sus declaraciones.
Veamos algunos rasgos de la mente de los políticos en actual contienda electoral.
a) El narcicismo político
En primer lugar, existe una conducta narcisista en todos ellos, sean de oposición o del oficialismo, es decir, exhiben un sentido desmesurado de su propia importancia por el cual piensan individualmente que son los indicados para gobernar el país o para conformar alianzas políticas alrededor de ellos. Su obsesión compulsiva por el poder les desconecta con la realidad, ocasionándoles distorsiones cognitivas, como las que expresan las siguientes frases:
- “Vengo a concentrar el voto, no a dividir”.
- “La unidad tendría que darse alrededor de mi candidatura”.
- “La dispersión del voto y la presentación de candidaturas que no logran reunir a los bolivianos me ha llevado a tomar esta decisión”.
No sólo que muestran claramente su egocentrismo, también su mesianismo que les induce a pensar que han llegado para poner orden y fin al caos. Se autoproclaman salvadores y colocan a la sociedad en segundo plano.
b) Megalomanía y síntomas esquizofrénicos
En otros se nota delirios de grandeza, son megalómanos, a quienes hasta la sociedad boliviana les queda chica, porque piensan que traen la buena nueva, no sólo al país, sino al mundo. Esto se advierte en la declaración: “El Movimiento Tercer Sistema es un desafío al mundo”. Piensan que el mundo está a la expectativa de ellos cuando en el mundo terrenal apenas cuentan con una mínima expresión de apoyo electoral. Están desconectados de la realidad, aunque toman por realidad su mundo esquizofrénico que les mantiene todavía en pie.
c) Los sesgos cognitivos
En otros se registra un proceso de distanciamiento entre seguidores y políticos, éstos terminan creyendo que la voluntad colectiva que les propulsó a la política es obra solo de ellos. De esta forma comienzan a ponerse por encima de sus seguidores y hasta comienzan a subestimarlos. Ahora son ellos los artífices de la política, no necesitan consultar a la población, porque ésta no entendería sus insondables decisiones. Así, terminarán diciendo: “sé que para algunos de ustedes esta es una decisión difícil de entender”. Al final, terminan optando por el poder y no por la población, si darse cuenta que en realidad el poder está en ella. La decisión puede tener un alto costo, pero ellos son temerarios, arriesgan todo por el poder.
d) Laxitud moral y ética
La cercanía al poder les induce a no tomar en cuenta la moral o si lo hacen es de manera instrumental. Cercano al cinismo, piden conductas éticas a otros cuando ellos no las tienen. Decía un político: “Como ella bien lo dijo, no sería ético que ella vaya” (como candidata). Su irrespeto a la moral y a las normas los delata como potenciales transgresores de la ley, mucho más en condición de autoridad, esto se observa en la declaración de un ex ministro del anterior gobierno que considera “insignificante” el desfalco registrado en el Banco de la Unión (qué son pues 37,6 millones de bolivianos).
Esta es la tenebrosa mente de los políticos de toda raigambre. En su mundo solo viven ellos. Se completan a sí mismos. En su mundo no hay cabida para la sociedad. Si es que la necesita es para utilizarla instrumentalmente, sin piedad, ajeno al amor o al odio, qué más da. Obran así. El problema es que sus decisiones terminan haciendo daño a la sociedad y a la democracia. Y lo peor, la sociedad está obligada a elegir a un representante que podría ser cualquiera de ellos. La sociedad es rehén de los políticos.
El autor es sociólogo, investigador y docente universitario.
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