Buscando la verdad
¿Sabe por qué no me canso de repetir la terrible sentencia del sabio Salomón, de que “lo mejor del negocio no es cómo empieza sino cómo acabará”? Porque es cierto. ¿De qué vale alegrarse de algo sin saber si terminará bien? “No cantes victoria antes de la gloria”, implica lo mismo. Fanfarronear, definitivamente no está bien.
El 1 de mayo del 2006 se dio en Bolivia la llamada nacionalización de los hidrocarburos que -stricto sensu- consistió apenas en cambiar el canon de tributación a las empresas petroleras transnacionales -disminuyendo su ganancia- además de reducirlas a “prestadoras de servicios”, según algunos ex administradores del Estado.
Aquel 1º de Mayo todo era fiesta, hasta se acuñó la frase “queremos socios y no patrones”. Se rieron de las advertencias de que la inversión extranjera en el sector decaería y comprometería a futuro la posibilidad de seguir exportando gas y el poder atender la creciente demanda interna de gas y combustibles líquidos. Hicieron oídos sordos. La jugosa renta petrolera pesó más que los análisis de los “opinadores” que merecerían hoy un homenaje al comprobarse que efectivamente sabían lo que decían.
Lamentablemente, el sector hidrocarburífero -la “niña bonita” del “Modelo Económico Social Productivo y Comunitario” implantado el 2006 como alternativa para el desarrollo- pasó a ser su Talón de Aquiles con graves consecuencias para el Estado: el inocultable incremento en la importación de combustibles líquidos -ante el aumento del consumo y la caída de la producción nacional- toma ribetes de escándalo.
La importación de gasolina y diésel que no llegaba a 190 millones de dólares en el 2005 empezó a subir hasta alcanzar en 2019 un nuevo y triste récord con la descomunal suma de 1.555 millones. Grave situación la del país, dependiente del abastecimiento externo con la dolorosa sangría de dólares que merma las reservas del Banco Central.
Conversando sobre el tema con Erick Saavedra, CEO de Toyosa y experto en la materia, resumió así la situación: “El escenario es preocupante y puede empeorar; el parque automotor es de 2,2 millones de vehículos y subirá a 4 millones en 10 años; más del 80% tiene 25 años de antigüedad. ¿Por qué no promover vehículos híbridos y flex que funcionen con energías alternativas y menos contaminantes como bioetanol, biodiésel, gas natural y energía eléctrica? En los últimos 14 años hemos quemado 11.000 millones de dólares importando combustibles fósiles; no podemos seguir así, debemos tomar decisiones... ¡ya!”.
El autor es Economista y Magister en Comercio Internacional.
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