Rolando J.E. Garvizu Meza
El tercer planeta de nuestro sistema solar es el único que conocemos hasta el momento que puede albergar formas de vida avanzadas. Para que este fenómeno (la vida) pueda surgir, evolucionar y subsistir, el planeta y los factores ambientales que lo componen deben estar en un delicado equilibrio.
Podemos considerar que la raza humana es uno de los principales organismos evolucionados de este planeta, no por sus cualidades fenotípicas, sino por su capacidad intelectual, la cual, a lo largo de su corta historia dentro de la vida del planeta, ha logrado progresos impresionantes en los ámbitos culturales, sociales y tecnológicos, los mismos que dan como resultado la sociedad en la que vivimos actualmente. Pero todo ese “progreso” trajo un cuantioso daño para el planeta.
En la actualidad, los sistemas de soporte vital de nuestro planeta se encuentran en estado crítico. La gran mayoría de los bosques del planeta ha desaparecido, dando paso a caminos, industrias, ganadería, agricultura y ciudades. Datos de diversos centros de investigación señalan que más de la mitad de la fauna de los océanos ha desaparecido, lo mismo pasó con la fauna terrestre, y ni qué decir de las plantas.
Claros ejemplos de que la Madre Tierra se encuentra en problemas son los fenómenos ambientales sobre los que se escucha constantemente por los medios de comunicación, como huracanes, tormentas intensas, sequías, inundaciones, deshielo, problemas con el agua, y muchos otros. Lastimosamente, los pobladores consideran estos eventos como problemas aislados, que no los afectarán si no se encuentran cerca, pero esto es un error, ya que, aunque los países tengan fronteras, los ecosistemas no, y los problemas que afectan a uno de estos ecosistemas, también se comunicarán y tendrán diferentes impactos en ecosistemas circundantes.
Algo importante que la sociedad tiene que comprender es que estos problemas que parecen aislados: una sequía por acá, una inundación por allá y otros más, son síntomas de una enfermedad. Son síntomas que indican que la madre tierra está enferma, y esto afectará a todos los seres vivos del planeta y, por ende, a toda la humanidad.
Lastimosamente, muchas personas no comprenden la importancia del cuidado ambiental y, por ignorancia o intereses económicos, fomentan acciones y actividades que aportan a la destrucción de los ecosistemas y la contaminación ambiental.
El modo de pensar de la sociedad actual, que valora más el tener antes que el ser, debe ser sustituido por un modo de pensar y accionar más ecológico; nos encontramos en un momento crucial en la historia del planeta y la humanidad.
Gracias a la dinámica e interacciones que existen entre los diferentes ecosistemas del planeta, los impactos de las actividades realizadas no son sentidos de manera inmediata, muchos de los efectos que en la actualidad se van haciendo notables (sequias, inundaciones, desertificación, etc.) son consecuencia de actividades realizadas por lo menos un par de décadas atrás. Es decir, los efectos de las actividades que estamos realizando en la actualidad recién se harán notorios en décadas futuras.
Alguien dirá por ahí, “por qué alarmarse tanto, si el planeta siempre sufrió cambios y la vida continuó sin problemas, y los efectos climáticos que se vive en la actualidad son totalmente normales”. Desde cierto punto de vista ese pensamiento es razonable, en la historia de la tierra (miles de millones de años) se ha suscitado una diversidad de hechos que llevaron la vida a la casi extinción, pero a diferencia de los eventos que se van presentando en la actualidad, los eventos anteriores fueron producidos principalmente por fenómenos externos y otros por fenómenos cíclicos registrados en millones de años, propios de la dinámica de la tierra. En cambio, los eventos que se registran en la actualidad tienen un común denominador: fueron producidos por la actividad humana.
La historia nos demuestra que el planeta y los ecosistemas que lo conforman, luego de los desastres producidos, retomarán las riendas para equilibrar los sistemas de soporte vital del planeta, para continuar dando paso a la vida. En este sentido, los problemas ambientales generados por las actividades humanas no causarán la destrucción del planeta, como algunos vaticinan, pero lo que sucederá -si no se produce un cambio radical en nuestro modo de vida (de toda la humanidad)- es que se llegará a un nivel en que los cambios que se presenten afectarán radicalmente la forma de vida, como la conocemos.
El hombre, con toda la tecnología que tiene, nada podrá hacer para solucionar los problemas ambientales que se presentarán en la tierra, ya que éstos se retroalimentarán entre ellos, generando un nuevo ciclo, con el que comenzará una readecuación de los sistemas de soporte vital del planeta.
En nuestro país, con los recursos naturales que aún tenemos, podemos y debemos cambiar la tendencia consumista de nuestra sociedad y fomentar un desarrollo que priorice el cuidado ambiental. Para esto se debe trabajar entre todos los actores involucrados: gobernantes, sociedad civil, entidades educativas, productores e industrias. Aún no es tarde, pero nos queda poco tempo.
El autor es ingeniero en Medio Ambiente y Ecología.
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