Usted debe saber que en nuestro planeta hay enormes ciudades como Tokio en Japón, con 36 millones de habitantes; Sao Paulo en Brasil, con más de 20; al igual que México, Nueva York, entre otras. Un término relativamente reciente que se usa para designar a áreas urbanas de gran tamaño y con cantidades poblacionales importantes es “megalópolis”. Otra originalidad que las identifica es el número de sus pobladores, puesto que deben superar los 10 millones. Es necesario imaginar que el desplazamiento en esas metrópolis es difícil, debiéndose emplear varias horas para trasladarse de un lugar otro.
En nuestra La Paz sucede algo parecido, ya que, por ejemplo, se tarda más de una hora en el trayecto de ida o vuelta, del centro paceño al sector sur; lo que se repite desde las villas alteñas, cuando los habitantes se dirigen al centro capitalino y tienen que invertir casi dos horas para arribar hasta el sitio fijado. Cualquiera diría, sobre todo quienes no conocen estos lares, que se trata de una “megalópolis”. Al final, la situación virtualmente se repite en toda la capital y no es porque sea enorme, sino que intervienen diferentes factores para que ello ocurra: en primer lugar están las denominadas “trancaderas”, que son de nunca acabar, debido al excesivo parque automotor conformado sobre todo por los “minibuses”, a más de un sinfín de motorizados del servicio público y particulares, que copan todas las calles; el cierre, o desvío de rutas, debido a obras que realizan entidades distintas, como la comuna, y mucho peor cuando las ejecutan en estrechas vías en barrios céntricos de mucha población; el gran número de comerciantes gremialistas y ambulantes; la falta de respeto al semáforo; la “toma” de aceras y hasta parte de las calzadas a cargo de quienes expenden permanentemente incluso cualquier chuchería o bagatela, a pesar de que bien se dice que “hay más vendedores que compradores”; las marchas de protesta, bloqueos; la carga y descarga de diversos productos en camiones durante el día, cuando tal labor en otros países se realiza en horario nocturno, etc.
Entonces, digamos que no somos una “megalópolis”. Con cierta ironía el título habla de “una de las urbes más grandes del mundo”, pero todo debido a que un problema que parece ser “simple” de resolver nos priva de un desplazamiento rápido en la sede de gobierno, lo que hace perder el tiempo a todos, muchos de los cuales exclaman -cuando, por ejemplo, les ofrecen un puesto de trabajo en El Alto o en el sector sur paceño- “es, pues, muy lejos, muy distante”, no aceptando en consecuencia. Son deficiencias y perjuicios que nos impiden una mejor calidad de vida desde hace rato, teniéndose la impresión de que muchas autoridades prefieren hacerse de la vista gorda cuando se les hace notar que es necesaria una solución. Nuestra gente comenta que “no le dan en el clavo”, añadiendo que se hacen los desentendidos “para evitarse líos con moros y cristianos”, dejando así que el problema permanezca atormentando por siempre a unos y otros.
Disculpas de todo tipo se ha escuchado ya desde hace rato: la ciudad es estrecha, tiene vías muy empinadas, los comerciantes no quieren ser retirados de sus puestos, qué culpa tenemos de que todos marchen y protesten en La Paz, la policía permite bloqueos y no despeja las calles, etc. Urge que todos los actores que tienen que ver con la problemática urbana se sienten, lo tomen en serio, dialoguen, busquen y hallen remedio, haciéndolo de manera valiente, e inclusive quizá con soluciones políticas. Sólo entonces podremos volver a trasladarnos, como en las pasadas décadas, en casi media hora a la zona sur, o El Alto. Y así nos daremos cuenta de que nuestra oh linda La Paz no es “tan grande o enorme” como muchos peroran, y menos que sea una “megalópolis”, sino que todo se debe a los tremendos congestionamientos de vehículos, atolladeros y demás “tucuymas” que dan la impresión de que la urbe se extendió de modo desproporcionado, aunque prácticamente no tiene a dónde más hacerlo.
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