Marcelo Miranda Loayza
Tiempos extraños son los que nos toca vivir, lo que en otrora era considerado bueno, ético y correcto hoy resulta que es sinónimo de “discriminación”, “abuso” y “oscurantismo”, en cambio las conductas que antes eran contrarias a la ética y la moral, hoy son políticamente aceptadas, aplaudidas y fomentadas.
Existen circunstancias en el día a día donde los principios éticos y morales no son negociables, aunque con ello se caiga en una opinión “políticamente incorrecta”, es decir, contraria a las corrientes actuales, donde matar es normal y luchar por la vida es “intolerancia”.
La opinión pública en gran mayoría aplaude y apoya estas nuevas corrientes del pensamiento humano, las cuales ponen en tela de juicio a la vida misma y junto con ella a toda la creación, pero como gozan de un marketing político y mediático impresionante, tienen el beneplácito de la ciudadanía e incluso de organismos internacionales como la ONU. La sociedad acepta como suyas estas nuevas corrientes sin ahondar en ellas, es decir, sin preguntar, sin investigar y sin razonar, todo pasa por la simple “moda” de seguir la corriente y dejarse llevar por ella, aunque al final de la misma solo exista un abismo.
El uso de la razón para los defensores de estas nuevas corrientes ideológicas simplemente es inadmisible, pues lo políticamente correcto no es pensar, es aceptar, seguir y no contrariar; para generar este tipo de reacciones, los medios de comunicación, las redes sociales y los “colectivos” de defensa de los DDHH juegan un papel fundamental, en la promoción de estas ideologías, las cuales son presentadas de manera brillante, sin duda alguna, se ensalza a los defensores de estas corrientes y se descalifica las ideas contrarias.
Lastimosamente, las nuevas generaciones están tomando como verdad absoluta o, en todo caso, como una evolución del pensamiento la descalificación de la vida y la desnaturalización de la esencia humana, creyendo que con ello se garantiza el respeto, los derechos humanos y la inclusión social. Por ende, cualquier voz contraria es vista como sinónimo de fanatismo religioso o discriminación, obviamente dichos adjetivos son lanzados como consigna sin la más mínima reflexión, generando con ello una marcada intolerancia contra todo aquel que piense diferente. La ecuación es simple, ser políticamente correcto resulta mucho más sencillo, aplaudido y aceptado.
El desafío resulta más amplio y tortuoso para todos los que deciden reflexionar antes que simplemente aceptar sin preguntar, ser políticamente incorrecto en estos días puede traer consigo intolerancia, insultos y hasta amenazas. En todo caso, creo que es mucho más beneficioso pensar, reflexionar y discernir antes que simplemente aceptar como “bueno” y “moderno” todo lo que la sociedad actual nos presenta como avances políticos y sociales, seguir la corriente es fácil, pensar y discernir requiere agallas.
“El que tenga oídos que oiga”...
El autor es Teólogo y Bloguero.
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