Una excelente medida del gobierno es haber dispuesto “una dura batalla contra el culto a la personalidad”. La resolución se debe a que algún funcionario oficioso, una vez asumido el mando del gobierno por la presidente Jeanine Áñez, decidió colocar su retrato en alguna dependencia pública. Enterada de ello, la Presidenta adoptó la medida de prohibir todo culto a la personalidad, vicio que caracterizó al anterior gobierno hasta el extremo de haber levantado estatuas del caudillo en diversas organizaciones del partido Movimiento al Socialismo y hasta entidades públicas.
El comunismo, desde sus inicios en el año 1917, implantó el culto a la personalidad hasta el extremo de haberse erigido monumentos y estatuas de sus líderes como Lenin, Stalin y otros que se levantaron en todas las dependencias públicas, en parques y jardines del país. Esta modalidad fue especialmente ejecutada por José Stalin, el tirano que asoló a los pueblos de la Unión Soviética y “a sangre y fuego” impuso la doctrina comunista hasta el extremo de expandirla en varios países del mundo; la presencia de su busto y fotografías fue algo permanente. Lo mismo ocurrió en la China a partir de 1949, cuando Mao Tse Tung asumió el gobierno, imponiendo el comunismo y desterrando al régimen del general Chang Kai Shek. La imagen de Mao apareció en todo lugar y duró hasta que fue depurado por el pueblo; pero, igualmente, los demás líderes impusieron la medida que mostró un culto a la personalidad en forma exagerada.
La presidenta Áñez al aprobar la medida ha hecho una labor digna de encomio porque toda autoridad al ser designada es para que sirva y no se sirva del país y sus instituciones. Retratos, fotografías, estatuas y monumentos están bien para quienes hayan prestado eminentes servicios a la nación y ya hayan muerto dejando recuerdos en obras y realizaciones dignas de ser honradas. El culto a la personalidad es actitud de sometimiento que no corresponde a pueblos libres y en ejercicio de la democracia y los derechos humanos.
Idéntica medida habría que aplicar con el museo de egolatría erigido en la localidad de Orinoca, con el costo de siete millones de dólares (49 millones de bolivianos) y que solo es un culto a quien ha sometido al país a una tiranía jamás vista en la historia nacional. Ese museo debe ser habilitado para un colegio o escuela sin presencia alguna de homenaje a personajes vivos y, si se lo hace, que sea para honrar a fundadores de la patria o a quienes han prestado significativos aportes al país.
El “culto a la personalidad” no es más que distraer al pueblo con imágenes que no corresponden y una forma de buscar sometimientos que no se debe practicar, puesto que se trata, además, de rendir culto y pleitesía a quienes no lo merecen y, si así fuese, que hagan los méritos necesarios en el tiempo que les queda de vida, haciéndolo con altura, decencia, honestidad y responsabilidad.
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