Desde siempre, graves enfermedades han preocupado seriamente a la humanidad; de unos meses a esta parte, hay angustia por la presencia del Coronavirus, una enfermedad hasta ahora incurable, que empezó a cobrar muchas vidas, especialmente en la China continental, donde apareció inicialmente hasta llegar, aunque en forma limitada, a todos los continentes, atacando a varios países y causando una que otra víctima.
El Coronavirus parecería ser, conjuntamente otras enfermedades que han aparecido o reaparecido en los últimos años, una especie de prevención de la naturaleza que en diferentes formas ya cobró víctimas. El Coronavirus resulta una muestra de que hay mucho descuido en todas las naciones respecto a la naturaleza, por el brote de diversos males que podrían cundir y causar muchas víctimas. Pero especialmente los países ricos y desarrollados, como EEUU, China, Rusia y otros, se encuentran empeñados en cooperar a países en guerra y alientan y permiten las grandes inversiones para el logro de más armas que sean más efectivas para destruir y matar. Viven prejuiciados por los complejos de tener hegemonía sobre los demás y no vacilan en fomentar guerras con el pretexto de “preservar las libertades y la democracia”, como es el caso de Siria y otros sitios en los que se desarrollan conflictos bélicos que causan mortandad de miles de personas y destruyen lo que ha costado mucho a países pobres.
Son, pues, los países ricos los que fomentan el armamentismo, destinando trillones de dólares a la investigación y fabricación de armamento letal y no derivar esas fortunas a la ciencia en busca de remedios para combatir las muchas enfermedades que reaparecen y las nuevas que ya causan muchas víctimas. Naciones Unidas conjuntamente todos los países han declarado emergencia ante los avances del Coronavirus; las iglesias de todas las confesiones religiosas piden que el hombre salve a los hombres de plagas y enfermedades que impliquen serios riesgos para la supervivencia de la humanidad. Los países pobres y subdesarrollados que habitan el Cuarto y el Tercer Mundo, debatiéndose en pobreza, viven con el temor de verse ante enfermedades que serían difíciles de enfrentar, ya que si los ricos no han podido hacerlo, ¿cómo lo harían los que viven carentes de medios?
En nuestro país se sostiene que este mal “aún no tocó a nuestro pueblo”; sin embargo, la alarma cundida en todo el mundo obliga a tomar las precauciones precisas y, además, prepararse para cualquier contingencia que pudiese surgir. Entretanto, existe el sentimiento de que todos estamos obligados a ser solidarios en labores de prevención o atención cuando sea preciso hacerlo, con el sentido y pensamiento de que todo el mundo debe tomar precauciones para seguir vivos y no seguir esmerados en causar más muertes.
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