Parte II
Nelson Vila Santos
Apesar de las pocas reservas que maneja YPFB Corporativo en estos 14 años, la política fue la explotación sobredimensionada de los campos existentes frente a la mínima inversión en exploración para restituir reservas. Por cada 10 dólares invertidos por la empresa, más de dos terceras partes fueron destinadas al primer rubro. En términos generales, las petroleras a pesar de tener en sus manos el 85% del potencial hidrocarburífero del país, son las que menos invirtieron en descubrir nuevos campos de gas.
En el caso de las reservas de gas y petróleo, la situación es una incógnita. No se ha hecho alguna investigación seria sobre la desaparición de 27 TCF de gas en 2006. Este vaciamiento o saqueo del gas nos ha llevado a exportar hoy un promedio de 45 MMC de gas, cuando habíamos superado los 60 y la proyección optimista del anterior gobierno era superar los 86 MMC por día. En este orden de cosas, el año 2019 hemos recibido 2.000 millones con el agravante de que la mitad se gastó en la compra de diésel y gasolina, importando el primero con altos componentes contaminantes.
La política pareciera ser que si se cambia las reglas de juego para las empresas petroleras corremos el riesgo de quebrar nuestra seguridad energética. Estamos atados a las políticas gerenciales de las empresas que nos dicen que sin exportación no hay gas para los bolivianos. Vivimos diariamente en la incertidumbre.
En quinto lugar, en el campo de la industrialización del gas que por cada dólar invertido se recupera entre 400 a 2.000 por ciento, no solamente que se empezó tarde y mal, si no que se repitió los mismos errores de gobiernos incluso dictatoriales con la creación de elefantes blancos como la planta de Bulo Bulo para la fabricación de urea y amoniaco, que hoy está prácticamente paralizada.
Esta es sólo una muestra. La dejadez de las autoridades del MAS en este campo también se expresó en la prácticamente nula política de gas para los bolivianos, para los grandes emprendimientos en minería como la fundición de metales, el hierro del Mutún y la explotación de litio con un alto valor agregado, y además de la agroindustria. De haberse iniciado este proceso de manera responsable, no sólo estaríamos hablando de un país blindado ante las crisis económicas externas, sino un país encaminado al desarrollo económico y con muchas oportunidades de empleo para los bolivianos.
En síntesis, estamos a punto perder la gran oportunidad histórica del desarrollo nacional si no damos un giro de 180 grados a la política de hidrocarburos que se oriente a la agenda de octubre, es decir, a una verdadera nacionalización e industrialización de los recursos naturales.
De mantenerse el actual orden cosas en campo de la estructura económica del país, se avecina una debacle económica de proporciones inimaginables.
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