Tiempo electoral, tiempo de partidos. Tiempo de engatusar, tiempo de ganar adeptos. Tiempo de prometer, tiempo de hablar sin medida.
En este tiempo los incautos caen y los ladinos crecen. Éstos mienten, calumnian e, inclusive, se victimizan, para avanzar según sus propósitos electorales. Actitud que siempre la hemos visto.
En este contexto, los partidos pequeños se mueven como “peces en el agua”. Ellos que han dispersado, en todos los tiempos, el voto de la ciudadanía.
Fueron denominados, de manera peyorativa, en el pasado mediato, como “taxi” partidos. Éstos reunían, en torno a una determinada sigla, a unos cuantos familiares, amigos íntimos o ciertos oportunistas. “Más vale ser cabeza de ratón, que cola de león”, dirían quienes los promovían.
El objetivo fue buscar unos escaños en el legislativo para, llegado el momento, negociar alguna situación, con los partidos grandes o con el gobierno, a cambio de ciertos cargos en la administración pública. Con ese propósito se articularon dichos entes políticos. No tuvieron ninguna opción para llegar al Poder ni capacidad para arrastrar masas.
De este modo, pretendieron medrar a costa del erario nacional. Quisieron usufructuar a título de una sigla política. Buscaron recuperar todo lo erogado en la actividad electoral. Es sabido que desde un bolígrafo, los afiches, el uso de motorizados y refrigerios, tenían su costo. Nada caía del cielo y, posiblemente, les dolía el haber gastado.
Además se movilizaron en un ambiente contaminado por la corrupción, el tráfico de influencias, el nepotismo, el latrocinio y el compadrerismo, que nada bueno decía de los grandes, que habían conducido los destinos nacionales, en complicidad, inclusive, con las dictaduras.
Los pequeños, llamados también “taxi” partidos, pasaron sin pena ni gloria a la historia. Sus líderes fueron ignorados por la ciudadanía. Sus propuestas, u ofertas electorales, fueron escasamente difundidas, probablemente por los limitados recursos económicos que manejaron sus organizadores. Pero se fueron con la satisfacción de haber participado en elecciones generales y de haber contribuido con ideas e ideales a los proyectos relativos al desarrollo y engrandecimiento nacional.
Los partidos, grandes y pequeños, encierran sueños y realidades, avances y retrocesos, logros y frustraciones, alegrías y tristezas, en el afán, ingrato e incomprendido, de reencauzar los rumbos nacionales, por el bien común. Pocos lograron esa finalidad, muchos se quedaron en medio camino.
Pero las discrepancias internas acabaron, desgraciadamente, con muchos partidos. Asimismo el fallecimiento del líder aceleró la dispersión de tiendas políticas. Hemos visto muchos casos de esta naturaleza en el pasado mediato.
En suma: la presencia de los partidos pequeños continuará matizando los futuros procesos electorales en el país.
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