Augusto Angulo M.
“Cuando la experiencia no lo es todo”.
La conducción de motorizados implica facultades cognitivas, de motricidad y condiciones senso-perceptivas que afectan la actividad y el perfil del conductor, haciendo hincapié en la diferencia entre personas jóvenes y mayores de edad, tomando como parámetro a los 70 años en adelante. Este grupo humano está sujeto a padecer el desgaste natural de ciertas funciones, que les impida hacer apreciaciones objetivas en la labor de conducción.
El conductor que ingrese a la tercera edad tiene mayores posibilidades de sufrir dolencias crónicas, a la vez de estar sujeto a medicación prescrita por médicos. Esto podría influir de manera adversa en la capacidad de conducir un motorizado, generando un factor de riesgo para las personas que comparten el uso de la vía en su calidad de peatones o conductores.
Para analizar el fenómeno de la conducción de personas de la tercera edad es necesario hacer énfasis en la reducción progresiva de ciertas funciones, como son la cognitiva, motora y senso-perceptiva. El deterioro gradual hace que este grupo humano tiende a conducir distancias más cortas, con velocidad baja, en el día, no en la noche y evita las horas de tránsito pesado.
En lo cognitivo, podría tratarse de la pérdida de memoria, reducción de la atención, dificultad en la percepción visual y en la capacidad de evaluación y juzgamiento de las situaciones, lo que puede interferir en la habilidad de conducir.
En su capacidad psicomotora, la velocidad de respuesta psicomotora se torna lenta, consecuencia natural del deterioro de funciones físicas. Mediante un análisis muy liviano, por la probable degeneración gradual del sistema nervioso, a nivel periférico y central, y muscular. La reducción de la fuerza motora es importante para conducir (aun en vehículos hidráulicos), por otro lado, la pérdida de fibras musculares de contracción rápida, que se traduce en reacción lenta, proporcional al aumento de edad.
Todo ello conlleva efectos en la coordinación y reducción en el tiempo de reacción, que influyen adversamente en la calidad de la conducción.
En los cambios senso-perceptivos hay declinación de la agudeza visual, reducción del campo visual periférico horizontal; dificultad para conducir de noche porque la resistencia al encandilamiento disminuye un 50% cada doce años (cambios asociados a la conformación proteica del cristalino y aumento de la densidad del mismo); la recuperación ante el encandilamiento es más prolongada. Se pude presentar cataratas, glaucoma, degeneración macular y dolencias de la córnea pueden interferir en la seguridad al conducir.
Lo peligroso radica en el hecho de que cuando estos trastornos sean conocidos por los conductores, éstos por su necesidad de autosuficiencia no aceptan estas minusvalías progresivas.
En el Código Nacional de Tránsito no hay estipulaciones máximas en cuanto a la edad, pero sí mínimas para la otorgación de autorización.
En cuanto a las enfermedades como Epilepsia, Diabetes Mellitas, Síncope Cardiaco, afectan a la conciencia, o sea la evaluación interna se ve afectada. Los Derrames cerebro-vasculares, Parkinson, Problemas de agudeza visual, campo visual y visión nocturna, Dolencias visuales (Glaucoma, Cataratas, etc.), Dolencias degenerativas de articulaciones (Artritis, etc.), Demencia, afectan en el control de movimientos físicos, como la dolencia cardiovascular, artritis.
En cuanto a medicamentos que alteran la conducción están: benzodiazepínicos, anti-depresivos, analgésicos con opiáceo, hipoglucémicos, anti-histamínicos, y otros, afectan con una actitud titubeante, insegura en la conducción.
El lector en su calidad de peatón, conductor, pasajero, debe tomar conciencia de la importancia de su rol en la seguridad vial, dentro de la interacción con vehículos en las vías por donde se desplazan.
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