El partido que gobernó el país a lo largo de catorce años, ha dejado funestas consecuencias. Una de éstas llevó a Evo Morales, por ambición y deseo de perpetuarse en el poder, al reparto demagógico de la administración del Estado. Es así que los dos tercios de la Asamblea Legislativa son un conjunto variopinto de sindicalistas, casi en exclusividad, de modo que no cabían en ese Órgano los cuadros políticos propiamente dichos, aunque mencionar a éstos no es lo adecuado en referencia a su partido.
Como producto de esa dádiva política, ahora asistimos a la confesión de parte en sentido que cada sindicato y gremio se declara, implícitamente, como un partido y se cree con derecho a una parte importante del Órgano Legislativo. En vista de ese supuesto derecho, protestan por no ver incorporada su cuota parte en las planchas de candidatos propuestas por el MAS para las próximas elecciones. Ante este hecho inesperado, los sindicalistas le dan la espalda a Evo Morales, quien fuera su máximo líder, hasta entonces “insustituible”. Sin embargo, conforme a las experiencias sucede lo dicho sólo hasta mejor oportunidad.
Si en lo particular cada sindicato, gremio y aun junta vecinal (la de El Alto adicta a ese partido) se siente desairado, lo propio y con mayor molestia le ocurre a la COB. A su vez, sus dirigentes se desmarcan del MAS por el mismo agravio excluyente. Es más, al presente balancean su situación entre fundar un partido propio de los trabajadores o respaldar al actual gobierno de transición, a despecho de la libertad sindical.
Es obvio considerar que las organizaciones sindicales deben su razón de ser a la defensa de los trabajadores y a la demanda de mejores condiciones de trabajo y de vida para este sector social, contra la explotación de la que pudiese ser objeto, defensa no sólo frente a los gobiernos, sino ante los grupos económicos, los cárteles internacionales, etc. Este principio fundamental se torna contradictorio en circunstancias en las que estos organismos dejan de lado la independencia sindical. No todo está perdido en la clase laboral, como nos lo demuestra la Central Obrera Departamental de Chuquisaca al enrostrar su inconducta a la dirigencia de la COB, exigiendo un congreso nacional de rectificación.
En fin, la COB se desenmascaró públicamente en su congreso de Santa Cruz el 2018, cuando proclamó su apoyo desembozado al gobierno masista. Anteriormente lo hacía “bajo cuerda”, pero dejando en el curul a sus directivos. Acciones como ésta no son raras en el órgano “matriz”. La historia recoge su nacimiento bajo la cobertura del MNR en 1952, a pocos días de tal entronización en el poder. De ahí hacia adelante --salvo algunos interregnos-- los dirigentes han instrumentado al organismo en clave de ubicación personal y a nombre del ente en distintos gobiernos, si bien, de vez en cuando guardó las formas, que no en su referido abordaje con “armas y bagajes” a las filas del partido ahora en ostracismo.
Este fue el flaco favor con el cual el MAS aportó a la política nacional y a la democracia en una suerte de enajenación del primer Órgano del Estado a favor de sindicatos y gremios, a trueque de incondicionalidad, acción derivada --sin ánimo peyorativo-- en la devaluación del mismo.
El sindicalismo se desvirtúa si abandona su misión específica, perdiendo al mismo tiempo capacidad de acción y reacción al pasar a depender de un poder externo. Cabe recordar que el carácter propio de la legislación y del debate requiere el concurso de las distintas corrientes ideológicas cuya expresión son o deben ser los partidos políticos. Clarificado el rol del sindicalismo y de los partidos, ni uno ni otro debe invadir el campo de cada cual. La transgresión de este principio social no puede sino alterar el correcto funcionamiento del Estado, como en la humanidad cada órgano desarrolla su función sin alterar las del resto. La disfuncionalidad orgánica conduce fatalmente a la crisis.
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