Desde que la China Continental (o, Roja, según las circunstancias) asumió en el campo económico ser capitalista y colocarse en el mundo como una potencia económica, su imperialismo político lo trocó en un imperialismo económico. La China ha sembrado mucho capital financiero en los países pobres y subdesarrollados; pero ha tenido preferencia por las naciones Latinoamericanas siempre necesitadas de inversiones y este ha sido el objetivo de la nueva potencia para hacer de los países pobres y subdesarrollados de América Latina y El Caribe socios, debido a que su economía la atendió por dos lados: los préstamos y las inversiones; pero, asegurándose que todo ello signifique crear una dependencia de esos países del país asiático.
China es, para la mayoría de los países latinoamericanos, un acreedor porque seguramente no hay nación que no le deba y tampoco hay alguna que no haga negocios con los chinos. A propósito, un alto funcionario de los Estados Unidos expresó: “Prácticamente, lo que la China Continental le ha traído al hemisferio occidental son los peores hábitos del Siglo XX: la dependencia, la deuda y la corrupción”. Esta es realidad que enfrentan los países que viven o se sostienen con deudas sin importar a quién deben. China encontró propicia esta situación para ofrecer dinero, hacer negocios como sea y con ello expandió la corrupción porque las comisiones que pagó a funcionarios corruptos fueron sustanciosas y este extremo llegó inclusive a gobiernos dictatoriales siempre propensos a contraer deudas y disponer discrecionalmente de dinero.
Hay que convenir en que la China obró muy hábilmente al influir sobre los gobiernos para que “se deshagan de ONGs que resultaban molestas para sus fines y negocios expansivos y, éstas tuvieron que abandonar países con los que trabajaban y a los que cooperaban decididamente; porque las Organizaciones No Gubernamentales trabajaban en coordinación con sus gobiernos y contribuían eficientemente a promover el desarrollo con miras a derrotar a la extrema pobreza.
Lamentablemente, EEUU que era el principal cooperador de Latinoamérica se descuidó y dejó que la China alcance límites jamás pensados. Lo grande de todo es que los países pobres han adquirido la costumbre de aceptar las ofertas chinas, sin darse cuenta que con ello creaban dependencia y daban lugar a mayor corrupción. Las deudas son cuantiosas y, mientras no sean honradas por los deudores, será más difícil deshacerse o independizarse de lazos muy fuertes que unen con el país asiático, conforme transcurre el tiempo, busca y consigue más socios a los que domina y, prácticamente, avasalla mediante el dinero y la corrupción a más de obligar a que sus empresas trabajen en vez de las empresas nacionales que se ven constreñidas. Dependerá, pues, de cada país el liberarse de una dependencia que lastima y pospone el desarrollo.
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