Si un niño se aplaza, no es culpa del padre de familia que no hizo seguimiento a su hijo o del maestro o maestra que no atendió a ese niño. Es la falta de pedagogos que impide detectar problemas de aprendizaje: esa la reacción -confusa- de muchos padres de familia, ante el anuncio de que los alumnos o alumnas perderán el año, en el nivel primario por aplazarse en una materia. Parafraseando a Evo Morales, “no lo puedo entender”. Los aplazos buscan valorar -dicen- si los alumnos aprendieron, el Saber (conocer) y Hacer (practica) calificada con 90 puntos. El Ser (valores y principios) y Decidir (ser ético) con 10 puntos.
En un despliegue tautológico paradigmático estructuralista ¿de qué aprendizaje habla la autoridad? Con Paulo Freire, el aprendizaje es comprensión y reflexión dialéctica de códigos de un tema en complemento con la práctica real y cotidiana de los alumnos. Con Jurgen Habermas y Lev Vigostqui, “la educación es la codificación y posterior des-codificación comunicativa dialéctica de los contenidos (significantes = saberes) de una asignatura. En facilito, la comunicación pedagógica es transversal a todo lo concerniente con la educación, sea en aula o no. ¡No son “mágicos”! ¿Los alumnos y alumnas están familiarizados con los códigos apropiados (saberes) de una asignatura? Por ejemplo, dibujos, símbolos, que motivan prácticas (Hacer) lo que cualifica su personalidad (Ser). Los saberes reales y propios de su entorno, de su cultura y comunidad mejora su responsabilidad (Decidir).
Es de conocimiento general que con el gobierno del MAS y su reforma 070 Avelino Siñani y Elizardo Pérez no había aplazos, la educación era y sigue -casi- una chacota. Se sigue privilegiando los saberes toponímicos, ancestrales, para comodidad del magisterio. En consecuencia, antes de violentar la pedagogía con aplazos, se debe contar con un diagnóstico de las competencias comunicacionales pedagógicas de los maestros y maestras, que por 14 años han sido adoctrinados; “privilegiados” y cooptados con la reforma educativa populista del MAS.
El aprendizaje sin una explicación y comunicación adecuada y didáctica de las contenidos -significantes- de la materia, no hay comprensión y sin ella no hay interpretación (Saber). Sin ella no hay práctica (Hacer). Así se exime los principios y valores con los cuales se pretende cualificar la personalidad (Ser). De hecho, poco induce y motiva a la generación de nuevas actitudes (Decidir). Por ello, entre otros, las competencias; contenidos; métodos; evaluación, etc., no tienen razón de ser eficaces, sino no se sabe comunicar los saberes holísticos.
Cómo se puede hablar de aplazos si la lectura y escritura fueron sustituidas -para comodidad de muchos maestros- por los celulares. ¡Qué barbaridad! Para que no haya aplazos por lo menos, entonces maestros y alumnos deben cualificar su léxico, su capacidad auditiva, de atención y concentración, de comprensión, de exposición y diálogo. Desechar esas limitaciones que les impide -a muchos maestros- comprender las 4 dimensiones de la 070. La currícula se planifica, no es automática. Propiciar un clima relajado, sereno, de confianza en aula. Deben superar esa pedagogía anclada en el Siglo XX. No exagerar lo ancestral toponímico. Superar entropías expresivas, en la dicción. Desechar esa tautología paradigmática estructuralista e improvisada “pedagogía” que por 14 años ha discriminado a los niños y niñas, calificando los valores y principios (Ser) y éticos (Decidir) improvisadamente con 10 puntos.
El autor es Director del Centro de Investigación, Servicios Educativos y de Comunicación (CISEC).
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