La educación es travesía a la cúspide de la imaginación

Ser docente de unidad educativa es una constante invitación a recorrer el camino que conduce al asombro y a la reflexión, a las andanzas del conocimiento y a los caminos de la imaginación. Es un itinerario pletórico de propósitos y anhelos colectivos, un periplo en el cual las herramientas, aptitudes y experiencias le permiten respirar un paisaje de saberes que tienen confluencia en la razón de ser de todos nosotros como comunidad educativa.

Ni la soberbia ni la humillación orientan al maestro en su conducta cotidiana, ni la angustia es la que conduce los pasos del docente, tampoco militan en él ni la envidia ni el rencor, sino la comprensión y la razón para los que no comparten sus ideas, y sus estudiantes asumen responsabilidades de manera crítica.

Respetuoso del modo de pensar de los demás, de los compañeros de trabajo, de los que tienen por aurora un salón de clase y la enseñanza como aventura existencial, sólo debería brillar en el horizonte del maestro la bengala del conocimiento y la experiencia compartida con los demás.

Pero el educador es a la vez uno y muchos hombres que transitan esta vida con más errores que virtudes, aunque con la firme convicción de ir borrando los desaciertos más visibles y erradicando paulatinamente los defectos más profundos, lo cual permitirá la búsqueda de una personalidad multidimensional en el niño, en el aprendiz, en el individuo que da sus primeros pasos en la aventura del saber.

El niño es un sujeto pensante, con una potencial personalidad crítica, que desde pequeño adquiere las herramientas para reflexionar y convertirse en un ente apto para desarrollar sus talentos, capacidades intelectuales y energías creativas como actos libertarios. La relación de los maestros debe ser horizontal. La búsqueda de la verdad científica y rechazo a la falsedad de la palabra fingida es un principio inseparable de su labor como docente, eliminando los rasgos autoritarios que persisten en algunos maestros para instalar el humanismo con fundamento en el aprendizaje. Los esfuerzos deben encaminarse a la organización de las actividades tendentes a fortalecer la educación integral del alumno. Todo debe ser favorable al aprendizaje de los niños.

Para los profesores la escuela es parte importante de su hábitat. La vida cotidiana, las ideas, las costumbres y organización en gran medida brotan de sus muros. Es aquí donde también ha integrado una forma de ser. Sin embargo, no todo es miel sobre hojuelas, la escuela no es una cápsula aislada del entorno social, también es una caja de resonancia, y los efectos nocivos son los que llegan primero a las aulas. A estas ondas perniciosas, maestros y estudiantes deben hacerles frente con una actitud revolucionaria que permita resolver los problemas más urgentes de la educación. Esto se puede lograr emprendiendo una travesía colectiva que conduzca a la resolución armónica de los problemas mediante la discusión y aportes académicos de todos y cada uno de los maestros, sólo así, colectivamente. se puede llevar al niño a la cumbre de la montaña.

El maestro o maestra libera la fantasía, recupera la imaginación, por tal razón, da libertad a tus pensamientos, comulga con la ciencia, fornica con la literatura, vuélvete un centauro de arte y de poesía, suelta los demonios que te oprimen la conciencia, desbórdate corriente en un río de inteligencias, cuando de defender la educación se trate, ¡nunca pero nunca dejes de luchar! Porque ser maestro es correr tras los vientos de libertad y nuestra imaginación.

El autor es docente de Escuela Superior de Formación de Maestros Mcal. Andrés de Santa Cruz y Calahumana.