El cuadro catalán tiene la ventaja para llegar a cuartos de final de la Liga de Campeones.
El partido de ida de los octavos de final de la Champions League que protagonizaron ayer Nápoli y Barcelona tuvo un condimento especial: la llegada por primera vez de Lionel Messi a la casa en la que Diego Maradona es considerado un Dios. Ambos igualaron a un gol y la llave está abierta.
A pesar de las intenciones del equipo catalán relacionadas a la posesión y empoderamiento del juego, el conjunto italiano fue el que generó las primeras ocasiones de riesgo que le dieron trabajo extra a Marc ter Stegen. Las veloces salidas de contragolpe de Insigne y Callejón representaron un peligro inesperado para los conducidos por Quique Setién.
Con la falta de claridad en el ataque blaugrana y una solidez casi perfecta del dueño de casa, el polaco Zielinski logró desarticular a la defensa española en una de las contras para abastecer a Mertens, quien expuso toda su técnica con una definición exquisita que dejó sin posibilidades al arquero alemán. La obra de arte que improvisó el belga con la cara interna de su derecha generó una euforia generalizada en el sur de Italia. Naturalmente, el pésimo cierre de Junior Firpo en el inicio de la acción contribuyó a la conquista local (30’).
En el duelo de estilos el Catenaccio se imponía por sobre el Fútbol Total. Una pelota parada que bajó Callejón pudo ampliar la diferencia, pero la fallida resolución de Manolas favoreció al Barcelona. La mínima ventaja era un buen resultado para la desconocida potencia europea.
En el complemento la pierna fuerte se impuso por encima de la estética. Una plancha de Sergio Busquets sacó de la cancha a Mertens y la vendetta napolitana no tardó en llegar. La fricción favorecía al equipo de Gattuso, dado que las figuras de la talla de Messi, Griezmann y Arturo Vidal no lograban brillar en territorio ajeno.
Sin embargo, antes de llegar al cuarto de hora una triangulación en ofensiva iniciada por el propio Busquets que concluyó con la asistencia de Nélson Semedo y la conquista de Griezmann derivó en el 1 a 1 que instaló la injusticia en el San Paolo (57’).
La réplica del Nápoli se dio con un mano a mano que Callejón no pudo resolver ante la salida de Ter Stegen.
La violencia fue tan notoria que en el desenlace Arturo Vidal tuvo que dejar el campo por una expulsión insólita. Una patada del chileno sobre Mario Rui hizo reaccionar al portugués, quien después de chocar su cabeza contra el agresor, el árbitro alemán Brych decidió expulsar al volante del Barcelona con dos amarillas.
El empate pone en mejor posición al cuadro español.
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